Rosas

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viernes, 29 de julio de 2011

Los Anchorena: ¿porque no hablar de ellos?

Por la Agencia Ciriaco Cuitiño

Un trabajo titulado “Linaje Ortiz de Rozas”, de Manuel Alfredo Soaje Pinto, publicado en “Genealogía”, la revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas (1979), no consigna el parentesco entre aquél linaje y los Anchorena. Se repite hasta el cansancio la versión de que Tomás Manuel de Anchorena era primo de Juan Manuel de Rosas, si bien, volvemos a repetir, todavía no hemos podido verificar en árbol genealógico alguno esa unión familiar.
El homosexual marxista –hoy devenido en ocasional columnista televisivo del liberal Mariano Grondona- Juan José Sebreli, explica en “De Buenos Aires y su gente” (1982), lo siguiente: “El carácter mítico de esta familia (Anchorena) hace que se tejan diversas leyendas a su alrededor, y se la vincule frecuentemente con otros mitos. No podía faltar por supuesto el mito del “origen judío”. He oído la versión fantástica de que los tres hermanos Anchorena –Juan José, Tomás y Nicolás-, eran hijos de comerciantes portugueses judíos, y que habían sido salvados de un naufragio donde murieron los verdaderos padres, siendo recogidos en Buenos Aires por Juan Esteban Anchorena, quien los habría adoptado y dado el apellido (…).
“La leyenda de los Anchorena judíos es recogida en nuestros días por José María Rosa y Manuel Antón, quienes en el proyecto del filme sobre Juan Manuel de Rosas pensaron en el periodista judío Jacobo Timerman para interpretar a Tomás Manuel de Anchorena.
“El carácter imaginario del judaísmo de los Anchorena –sigue diciendo Sebreli- no excluye, por otra parte, la posibilidad de un auténtico origen sefardita, ya que como ha sido demostrado por numerosos historiadores, la mayoría de las familias tradicionales argentinas tienen ese origen, que desconocen o tratan de ocultar”.
Estos conceptos resultan interesantes, a pesar de que el autor (Sebreli), quien publicó la obra por primera vez en 1964, era un activísimo militante marxista que seguía a Jean-Paul Sastre y al masón Ezequiel Martínez Estrada. Al referirse a la familia Anchorena, lo hace desde una posición que busca, indudablemente, la lucha de clases y, de paso, vituperar las figuras de Juan Manuel de Rosas y Juan Domingo Perón.
Tomás Manuel de Anchorena resulta en nuestra historia el más conocido de los de su estirpe, en primer término porque fue uno de los que apoyó la Revolución de Mayo de 1810, y porque además puso su firma en la Declaración de nuestra independencia en julio de 1816. Fue un fiel servidor durante la Santa Federación desempeñándose como Ministro de Relaciones Exteriores en el primer gobierno de Rosas (1829-1832). Murió en pleno segundo gobierno de Rosas, en el año 1847.
Sobre su origen supuestamente sefardí (judío), no hay constancias. El escritor Eduardo Fernández Olguin, autor de “Un precursor de Mayo. El doctor Tomás Manuel de Anchorena”, sugiere que éste tuvo por padre a “don Juan Esteban de Anchorena, acaudalado comerciante “natural de la Navarra, en la península española”, y doña Ramona López de Anaya, oriunda de Buenos Aires”. Nada nos dice sobre la adopción que habría tenido Tomás Manuel de parte de Juan Esteban Anchorena, como afirma Juan José Sebreli. El hermano de Tomás, Nicolás Anchorena, tuvo una actitud muy ruin, pues una vez caído Juan Manuel de Rosas en 1852, no dudó en mostrarse como partidario del general Justo José de Urquiza, olvidando su apoyo dado al Restaurador. No será el único que traicionaría a Rosas: varios oficiales de sus ejércitos se afiliarían, tras la batalla de Caseros, a la Masonería. Hay que rescatar algo que sigue insinuando Juan José Sebreli respecto de los Anchorena, y es su anonimato…aunque siempre estén detrás de las máximas decisiones políticas y económicas. Dice así:
“El gran ruido que en el folklore cotidiano han hecho siempre los Anchorena, contrasta con el discreto silencio con que pasan por la historia oficial. Silencio que contrasta aún más si tenemos en cuenta que, en una burguesía como la nuestra, sin títulos nobiliarios, la necesidad de rescatar un pasado prestigioso, y a veces también de justificar una pensión estatal, lleva a la transfiguración de algún ascendiente más o menos destacado en “prócer de la patria”, a través de biografías apologéticas encargadas a algún escriba a sueldo. Los antiguos ricos se transforman en medallas. Es así cómo desde Bartolomé Mitre, el género biográfico fue la gran moda de la historiografía argentina (…).“El interés de los Anchorena por pasar inadvertidos, por ocultar las huellas de un pasado no siempre reivindicable, los ha llevado, por ejemplo, a presionar sobre Pradere para que guillotinara de su Iconografía de Rosas las hojas con caricaturas de Tomás de Anchorena. Quedan de la versión original solamente una docena de ejemplares que escaparon a la autocensura, y que constituyen una verdadera rareza de bibliófilo”. Sigue explicando Sebreli acerca de esta actitud típica de las familias patricias que desde siempre se han mantenido en las sombras: “Los Anchorena nunca han gastado dinero en pagar libros que recuerden a sus antecesores. (…) A los Anchorena no les interesa la publicidad, no les conviene que se recuerde el origen poco prestigioso de su dinero, y tampoco les interesa que las demás clases los vean como los verdaderos responsables del poder político y social del país. Siempre han ejercido un poder oculto e ilimitado, como el de la electricidad subterránea, y su propia invisibilidad es la base de su fuerza, ya que les permite pasar inadvertidos ante la opinión pública quien distraídamente ejerce su crítica en otros poderes o en otros personajes más aparentes y superficiales”. Este ocultamiento de sus arcas familiares pudo haber sido el motivo por el cual los Anchorena, salvo Tomás Manuel, no hayan querido ostentar cargos públicos. Nicolás Anchorena renunció varias veces para ejercer como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, por ejemplo. Los descendientes de los Anchorena más renombrados, prefirieron abocarse a sus actividades comerciales o de haciendas, desechando las posibilidades de figurar como gobernadores, secretarios, ministros o diputados, es decir, en cargos de importancia. Tal vez, una excepción a la regla la brinda Manuel de Anchorena, embajador de Juan Perón en 1973-1974, o sino el mismo Tomás Anchorena que fue funcionario en el viejo Consulado virreinal.
Continuando con este aspecto, Sebreli agrega que “la documentación existente sobre los Anchorena en el Archivo General de la Nación o está escrita en clave o es de lo más anodina e inofensiva; la documentación que verdaderamente importa permanece, sin duda, oculta en archivos secretos, en gavetas familiares, en viejos arcones, y la mayor parte ha sido destruida”.
Un testimonio interesante surge de una conferencia que dio el 4 de agosto de 1932 Josefina Molina y Anchorena, hablando en contra de la ley de divorcio que se discutía por entonces en el Congreso de la Nación. Decía esta mujer Anchorena: “La prolongación material de la estirpe supone la existencia de algo que le sirve para mantenerse, para no perecer de hambre: necesita una posibilidad económica, y ésta, dado el carácter de la familia –institución que se prolonga, que no muere- ha de tener también carácter estable. De ahí que la misma noción de familia esté íntimamente vinculada a la noción de propiedad raíz y a la de herencia”. Como vemos, a mayor sostén material y económico, mayor será el beneficio y el prestigio de la institución familiar, sin importar cómo o de qué manera se acreciente dicho materialismo.
El diario de humor político “El Mosquito” sacó un número en 1867 en el que aparecía retratado un Anchorena con toda su fama de derrochador y multimillonario. Este Anchorena proponía empedrar las calles de Buenos Aires con sus onzas de oro, en lugar de bloques de adoquines. Este ejemplo es gracioso pero denota una realidad que se propaga en los ámbitos populares.
No fue gracioso, en cambio, lo que ocurrió con un ‘dandy’ llamado Fabián Tomás Gómez y Anchorena (1850-1918), el cual jugó toda su fortuna personal para morir pobremente en Santiago del Estero. El escritor revisionista Carlos Ibarguren, escribió sobre sus comilonas y derroches en Europa:
“(…) el opulento manirroto argentino dilapidaba millones en París, entregado al goce de la vida. En su casa de Faubourg Saint Honoré, puesta con magnificencia –que fuera de la Condesa de Montijo, madre de la proscripta Emperatriz Eugenia y de Paca Duquesa de Alba-; en su palco de la Ópera, en los restaurantes lujosos, casinos, hipódromos, teatros y cabarets de moda; en los corsos del “Bois de Boulogne” y en espléndido yate “Enriqueta”, fondeado en el Sena: el dadivoso “rastacuer” sudamericano, veíase a la cabeza de un enjambre elegante de aprovechados adulones y de hetairas de alto precio”.
En 1880, Fabián Gómez y Anchorena se encontraba en Madrid, España, cortejando a “una dama de rancio linaje: María Luisa Fernández de Henestrosa y Pérez de Barradas”, hija de marqueses ibéricos. Para esa misma fecha, Gómez y Anchorena se había hecho tanta fama de dispendioso que cada vez que salía del lujoso palacio que tenía en Madrid, los mendigos lo acosaban cada vez que salía del mismo. “Recurrió entonces –dice Sebreli- a la treta de vestir a un mucamo con su ropa. Las aglomeraciones de mendigos alrededor del mucamo disfrazado de Anchorena eran tan grandes que una mañana apareció en la calle su cadáver destrozado”.
Otra “proeza” de Fabián Tomás Gómez y Anchorena fue que institucionalizó la limosna, “instalando una oficina donde cada semana los mendigos iban a cobrar un jornal”. Patético.
Aarón de Anchorena, primo de Fabián Tomás Gómez y Anchorena, se ganó una despreciable fama en los banquetes que celebraba en los hoteles más refinados de Europa. Cada vez que terminaba alguno de ellos, tiraba una vajilla de plata a un perro para que la destrozara con sus dientes y fuerza.
Sin reparar en la pobreza de las clases populares de Argentina, los Anchorena se hicieron odiar tremendamente. “Se cuenta de un Anchorena que cuando un pobre le pedía una limosna, le recomendaba comer pasto. Cuando murió, los pobres arrojaron fardos de pasto al paso de su cortejo fúnebre”, apunta Sebreli.
¡Cuántas historias se habrán ocultado de la familia oligárquica Anchorena! Todavía resta un gran trabajo revisionista por delante, aunque la documentación más sensible de los Anchorena puede que esté guardado en rincones inaccesibles y hasta peligrosos para el investigador insaciable.

La Bandera, la Patria y el Mundial

por Roberto Surra

Selección Nacional: De izquierda a derecha. Arriba: Artigas, José Hernández, Liniers, Rosas, Irigoyen, Perón Abajo: Bolívar, Belgrano, San Martín, Facundo y Güemes.S

El fútbol es real, bien real. Es algo que se resuelve en el universo de lo concreto. Se compone de personas, de arcos macizos, de estadios imponentes, de jueces y de un código jurídico. Pero de vez en cuando, en un partido, hay instantes en los que se filtra la magia, la fantasía de la gambeta, la genialidad del pase, el fabuloso reino del segundo en el que la pelota viaja hacia el arco y parece que va a entrar pero no, o amaga irse afuera pero sutilmente atraviesa la línea definitiva, la frontera de las victorias y las derrotas.
Alguien podría definir este escenario como de “realismo mágico” pero ése es un lugar tan común que quisiera no habitarlo. Prefiero suponer que es la vida. Que el fútbol es la vida. La vida que soñamos justa, la vida en la que el país más poderoso del planeta, podría llegar a perder con Togo o con Ghana. A mí me gusta más la gol-banización que la globalización. Me parece más democrática.
La maravilla del mundial de fútbol es que en nuestro país (y en muchos otros) convoca a todos y de repente en un living, un café, una escuela o en una oficina, encontramos abrazados a los de Racing con los de Independiente, a los de Atlanta con los de Chacarita y hasta a los de Ríver con los de Boca, bah, no sé si tanto, pero convoca a todos, hasta a las mujeres y podemos sentarnos tranquilos en casa a mirar un partido con la compañía de nuestra esposa e hijas.
Sí, el fútbol convoca a todos y tal vez sea porque es algo absolutamente real, y algo categóricamente mágico. Como la patria. Como nuestra querida, maltratada, celebrada, sufrida y a veces desconocida patria, con sus pobres y sus ricos, sus barrios cerrados hacia afuera por el poder, o hacia adentro por el miedo y sus millones de historias intangibles. Por eso es interesante esta coincidencia en la que el mundial de fútbol se juegue en el mes en que los argentinos celebramos el día de la bandera. Porque la bandera, utilizada por soldados y legiones, izada y arriada a diario en miles de escuelas, venerada por muchos y maldecida a diario, es utilizada durante las justas deportivas para manifestar la alegría y para servir de puente entre los que nos representan ante el mundo futbolístico internacional y quienes seguimos aquí con nuestras rutinas, nuestras vocaciones y nuestras esperanzas, aunque durante este mes con una pizca de mágico condimento que hace más sabroso el diario existir.
Podría decir que es una vergüenza que el fútbol mundial sea el único momento en el que se agita con pasión la bandera azul y blanca –devenida hoy en dudoso y desteñido celeste– pero no voy a hacerlo. Me niego a hablar mal de fútbol en beneficio de un supuesto patriotismo. Y me niego por dos razones: primero porque no quiero parafrasear a esos intelectuales de pacotilla que sacan patente de sabios burlándose de nimiedades; segundo porque no es verdad.
El fútbol, tan mágico y tan real, es quizás uno de nuestros pocos íconos de la unidad en la alegría y en la tristeza. Como la bandera. Y si sólo tenemos victorias deportivas, y si sólo nos juntamos por el fútbol, la culpa no es de él, sino de las desgracias nacionales que nos han hecho perder el fervor patriótico por la bandera, por la política y por todo lo nuestro.
Boca tuvo un arquero llamado Vaca que una vez contó que cuando el fútbol era aficionado y la vida se resumía a laburar, entrenar y jugar, a ellos les tocó perder ante Ríver y terminaron el centro de la cancha llorando como niños “por el deshonor que había sufrido la camiseta”. Recuerdo los días en que los militantes nos emocionábamos y nos enorgullecíamos por trabajar gratis para nuestro movimiento, porque servirlo era para nosotros como servir a la Patria. En ambos casos “la camiseta” o “la insignia” eran cuestiones cuasi sagradas.
Los tiempos han cambiado. Pero la culpa no es del fútbol ni del mundial, así que invito a que no lo vivamos con culpa. Celebremos su llegada descorchando la alegría y aprovechemos para abrazarnos con aquellos que después de la magia del mundial volverán a sus trincheras de enemigos (o a lo mejor no) a esa trinchera estúpida, amarga e inexplicable, pero tan real como la vida misma.
Saquemos las banderas, colguémoslas en los balcones, en los tanques de agua, en los alambrados, en los autos, en los carros, en los pizarrones. Llevémosla como poncho criollo para que nos defienda del frío extremo, del calor extremo y de todos los extremos. Agitemos la bandera argentina en cada gol, que así, sin que nos demos cuenta, sin que los demás se enteren, sin temor a la cursilería, aunque alguno venga a burlarse, sentiremos una emoción parecida a la emoción de la Patria.

Si ocurre eso les aseguro que más allá de los resultados, estaremos ganando.

miércoles, 27 de julio de 2011

Máximas del General San Martín

Las «Máximas para mi hija»
San Martín escribió una lista de consejos para su hija Merceditas:

Humanizar el carácter y hacerlo sensible aun con los insectos que nos perjudican. Stern ha dicho a una mosca abriéndole la ventana para que saliese: “Anda, pobre animal, el mundo es demasiado grande para nosotros dos”.

Inspirarle amor a la verdad y odio a la mentira.

Inspirarle una gran confianza y amistad, pero unida al respeto.

Estimular en Mercedes la caridad con los pobres.

Respeto sobre la propiedad ajena.

Acostumbrarla a guardar un secreto.

Inspirarle sentimientos de indulgencia hacia todas las religiones.

Dulzura con los criados, pobres y viejos.

Que hable poco y lo preciso.

Acostumbrarla a estar formal en la mesa.

Amor al aseo y desprecio al lujo.

Inspirarle amor por la Patria y por la Libertad.

martes, 26 de julio de 2011

Disertación del Tcnel Morales según los "jovenes revisionistas"

"COINCIDENCIAS ENTRE ROSAS Y SAN MARTIN", DISERTACION DEL TCNL (R) HORACIO MORALES, EN SANTOS LUGARES
Un momento de la conferencia. A la izquierda de la imagen, el Dr. Carlos de Santis, presidente del Instituto Rosas de General San Martín, y a la derecha el teniente coronel (R) Horacio Morales.

Fue una mañana agradable la del sábado 16 de julio próximo pasado en los Santos Lugares de Rosas, en la localidad de San Martín. Diríamos, ideal para escuchar la interesante conferencia que otorgó el Tcnl (R) Horacio Morales en el marco de una serie de disertaciones que, habitualmente, organizan los integrantes del Instituto “Juan Manuel de Rosas” de la citada localidad bonaerense. Allí estuvo presente Jóvenes Revisionistas a través de su presidente, Gabriel O. Turone, y de uno de sus Vocales Titulares, Juan Manuel Cardoso.
El tema de la charla era atractivo, y siempre genera una enorme satisfacción para los que nos sabemos simpatizantes del Restaurador de las Leyes y su obra de gobierno, pues, como se sabe, ésta fue premiada cuando José de San Martín le lega a aquél su glorioso Sable Corvo desde Francia.

LOS 5 VIAJES DE LA RELIQUIA HISTORICA
El ocultamiento de la sana relación que mantuvieron Rosas y San Martín tiene como uno de sus puntos de partida la batalla de Caseros. Allí, los vencedores de la Federación tuvieron el tiempo suficiente para fabular sobre todos los aspectos de la vida de don Juan Manuel y sus funcionarios. Se dedicaron, sin más, a hacer pasar por ciertas aquellas mentiras que no tuvieron ninguna clase de asidero o sustento documental. Cuando la realidad de los hechos y testimonios se hacía patente, como ser la amistad entre el Restaurador y el Libertador, los unitarios ganadores emprendieron el ocultamiento pertinaz. “Todos estamos pagando las consecuencias de Caseros, que eliminó la etapa más gloriosa que fue la Confederación Argentina”, espetó Morales.
San Martín adquiere su sable en el año 1811 en la ciudad de Londres, Inglaterra. A partir de entonces, la reliquia será trasladada unas cinco veces de un lado a otro del Océano Atlántico, quedándose definitivamente en Argentina a partir de 1897. El itinerario bien merece ser puntualizado:
1) Estando José de San Martín en Inglaterra, a finales de 1811 adquiere el sable corvo. Un año más tarde, en 1812, ya se encuentra en las Provincias Unidas del Río de la Plata presto para iniciar la campaña libertadora. Aquí se produce el primer cruce trasatlántico de la espada (Inglaterra-Argentina).
2) Amenazado de muerte por los logistas de Buenos Aires, San Martín finaliza su campaña promediando 1824, ocasión que aprovecha para irse a Europa. Desde allá, le encarga a su hija Mercedes que le lleve su sable corvo al viejo continente. Estamos en las postrimerías de 1832, y ella cumple con el deseo de su padre. Segundo periplo trasatlántico (Argentina-Francia).
3) La muerte de San Martín se produce en 1850. Entonces, el sable corvo había pasado a engrosar el patrimonio de su yerno, Mariano Balcarce, y el de su hija Mercedes, quienes vivían en Buenos Aires. Aquí se produce el tercer viaje trasatlántico de la espada (Francia-Argentina).
4) Juan Manuel de Rosas es electo por segunda vez gobernador bonaerense en 1835. Ya en 1844, San Martín dicta su famosa Cláusula 3° donde le legaba su gloriosa espada al Restaurador. Sin embargo, semejante honor tendrá lugar a partir de 1850, cuando se lo hace saber Balcarce mediante una carta que le manda a Rosas el 30 de agosto de ese mismo año. Don Juan Manuel conservará la espada hasta Caseros y se la llevará consigo al exilio de Southampton. Cuarta travesía trasatlántica (Argentina-Inglaterra).
5) Rosas conservará la presea militar más gloriosa de la historia argentina hasta su muerte, ocurrida en 1877. La mantiene guardada en todos esos años dentro de su estuche original, con el único aditamento de mandar hacer una chapa de bronce con la Cláusula 3° (de 1844) que fijará en el mismo. Máximo Terrero y su esposa, doña Manuelita Rosas, se quedan con todos los bienes de Rosas, y se los llevan a Londres, casualmente la misma ciudad capital donde San Martín había adquirido el sable en 1811. En tierras inglesas permanecerá el sable hasta el año 1897, cuando, en el mes de febrero, retorna definitivamente a la patria. Se completa así el quinto viaje oceánico del sable (Inglaterra-Argentina).
La inquina no había diezmado las pasiones políticas en Buenos Aires. Muestra de ello fue la poca atención que mereció el retorno del corvo sanmartiniano a tierras criollas. Ni los periódicos de la época ni tampoco los altos oficiales del Ejército y la Marina estuvieron a la altura del acontecimiento que se vivía. “Solamente un viejo soldado, el antiguo trompa de órdenes de Lucio Norberto Mansilla en Vuelta de Obligado, el ya teniente general Donato Álvarez, se dignó encabezar la ceremonia militar que dio la bienvenida a la reliquia legada a Rosas por San Martín”, sostuvo el teniente coronel retirado Morales en su estupenda alocución.

PUNTOS DE CONTACTO
En vida, José de San Martín había llegado a la conclusión de que la única figura política nacional que se había acercado a sus valores era el brigadier general Juan Manuel de Rosas. “Si vemos la época –agrega Morales-, varias figuras pudieron haber sido honradas con la espada del Libertador. Antiguos colaboradores suyos como Tomás Guido, seguían vivos. El último sobreviviente de la Primera Junta, Juan Larrea, o el jefe máximo de la Armada Nacional, Guillermo Brown, también estaban vivos, y bien pudieron ser los herederos. Sin embargo, San Martín se quedó con Rosas”.
Al término de la conferencia, hubo tiempo para saborear unas empanadas y beber algo de vino y gaseosas. Todo se desenvolvió en un buen clima de camaradería, como se aprecia en la imagen.
Entre estas dos figuras claves de la historia patria hubo afecto, respeto y reconocimiento. El Restaurador le puso a dos de sus estancias nombres ligados al Libertador: a una le llamó “San Martín” y a otra “Ayacucho”. El bergantín “General San Martín”, que fuera robado por las fuerzas navales anglo-francesas en Montevideo, no habría llevado tal denominación si es que don Juan Manuel hubiera aceptado la propuesta que le presentaron sus funcionarios de ponerle “General Rosas”. Aquí, el gobernador desechó su nombre por el del anciano e ilustre general.
Como cada vez que transcurrían los últimos meses del año, Rosas se dirigía a los argentinos con un mensaje que voceaba desde la Legislatura (en la actual Manzana de las Luces de San Telmo). El mensaje de 1849 tenía exactas 240 páginas, lo que demuestra el genio de estadista que fue Juan Manuel de Rosas. En ese año, San Martín ya hacía rato que padecía problemas visuales que lo tenían a mal traer, por eso pidió en su residencia de Boulogne-Sur-Mer que ese mismo mensaje se lo lean en dos oportunidades. Así lo deja entrever San Martín en la última carta que le envía a Rosas el 6 de mayo de 1850: “El objeto de esta es tributar a Ud. mis más sinceros agradecimientos al ver la constancia con que se empeña en honrar la memoria, de este viejo amigo; como lo acaba de verificar en su importante mensaje del 27 de Diciembre pasado; mensaje que por segunda vez me he hecho leer…”.
El Libertador se siente altamente satisfecho al contemplar los importantes conceptos que Rosas a brindado a los habitantes de la Confederación Argentina en 1849: “como argentino –le dice en su última correspondencia- me llena de un verdadero orgullo, al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecidos en nuestra querida patria”.

TERGIVERSACIONES Y OMISIONES
Algunos malintencionados han procurado olvidar u ocultar el verdadero significado de todas las cartas que Rosas y San Martín han intercambiado desde 1838 hasta 1850. La versión que más corrió, fue aquella que decía que San Martín “estaba viejo” y que, por lo tanto, “no sabía lo que escribía”. Otros decían que las cartas originales no eran tales porque las mismas habrían sido “cambiadas”; que dichas correspondencias no eran, para ellos, tan benévolas ni amistosas…
Un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores del entonces presidente Arturo Frondizi, afirmó el 17 de agosto de 1960 que la legación del sable de San Martín a Rosas se debió “únicamente” a que Rosas era en ese momento el representante de las relaciones internacionales de la Argentina, y que hubiese dado lo mismo legárselo a cualquiera si esa representación recaía en ese momento en cualquier otra figura política…
El Dr. Alberto Gelly Cantilo dejó un mensaje en representación del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas", donde ratificó el apoyo de la entidad a sus pares de San Martín, y anunció que actuará del mismo modo su nuevo presidente, el Dr. Alberto González Arzac.
Un confundido Ricardo Rojas insistía en “separar” lo que fue Rosas en su política externa de la interna. Afuera, el Restaurador había sido un excelente defensor del país, sostenía Rojas, pero internamente había sido un “tirano” y un “déspota”. Aquí, Ricardo Rojas le erraba porque jamás se puede separar lo externo de lo interno, más teniendo en cuenta el contexto histórico que había tenido que vivir Rosas. Omitía decir Rojas que la política internacional rosista fue un producto surgido de la acción perversa de los unitarios salvajes que, internamente, se aliaban a las potencias extranjeras para atentar contra la soberanía nacional (guerras intestinas, bloqueos navales, focos de subversión en distintas provincias, etc., etc.). Por eso mismo, en lugares como “en el que estamos, la vieja Comandancia Militar federal, Rosas ordenó fusilar a los unitarios que conspiraban con el extranjero. Ramón Maza fue fusilado aquí, en Santos Lugares”, dijo Horacio Morales.
El teniente coronel (R) Morales dejó, y leyó, para el final una cita que dejó escrita Leopoldo Lugones a los 23 años de edad, en referencia a la repatriación del Sable Corvo que San Martín le cedió por testamento a Rosas en 1844. Al notar la indiferencia de las autoridades argentinas que lo tuvieron que ir a recibir (José Evaristo Uriburu era el presidente de la Nación), Lugones se mostró indignado, dejando unas hermosas palabras elogiosas de la figura del Ilustre Restaurador de las Leyes, don Juan Manuel de Rosas.
Así terminaba esta excelente disertación del militar retirado Horacio Morales. Siguieron, luego, algunas palabras que pronunció el Dr. Alberto Gelly Cantilo en representación del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”. No solamente felicitó al expositor sino que, además, envió un mensaje de adhesión del flamante presidente de dicha entidad, Dr. Alberto González Arzac, en apoyo a las actividades que desde la localidad de San Martín se desarrollan permanentemente en pos del revisionismo histórico.
La hora de las empanadas y el vino se había hecho presente. El cielo de la tarde era limpio, y las charlas muy amenas. Degustar empanadas en el lugar donde se firmó el Pacto Arana-Mackau, o donde se construyeron o repararon los fusiles de la patria federal, es un honor que algunas veces nos podemos dar los revisionistas.
Jóvenes Revisionistas quiso dar una última vuelta por el interior de la ex Secretaría General de la Comandancia. Ahí mismo, cintillos federales originales, retratos pintados de Encarnación Ezcurra y monedas de la Confederación Argentina se ubicaban en las vitrinas del lugar. Un sótano ubicado en uno de los salones internos, al cual se podía bajar mediante una escalera, sugería que allí pudo haber estado algún salvaje unitario penando por ser un desalmado traidor. No lo sabemos, en verdad.
Viejo sótano que está dentro de lo que hoy es el Museo Histórico Regional "Brigadier General Juan Manuel de Rosas", donde se ubicaba la Secretaría General de la Comandancia de Santos Lugares. ¿Habrá algún unitario salvaje allí, mazorquero?
Salimos del sitio histórico, por la calle Diego Pombo, dejando tras de nosotros ese mojón de patria gaucha que se confunde, hoy, con la moderna urbanidad.

jueves, 21 de julio de 2011

Ha muerto el Senador Martín Fierro

por Osvaldo Vergara Bertiche
21 de OCTUBRE de 1886 .
Así titulaba un diario de la Ciudad de La Plata, la noticia de la muerte de José Hernández.
El poeta por excelencia de todos los argentinos fue irremediablemente fundido, amalgamado, con su personaje: el Gaucho Martín Fierro.
Pero es Ezequiel Martínez Estrada (1895 – 1964) quién señala que «Hernández es cuatro cosas, por la naturaleza de su ser, de su carácter: militar, periodista, político y poeta”.
José Hernández es un combatiente por convicción, por ideales políticos firmes y coherentes. Y lo expresa, justamente, en el Martín Fierro.
Fermín Chávez señala que “...desvincular el Martín Fierro de ese marco original y de la militancia de su autor, resulta una pura invención, aún cuando revista formas seductoras o se presente rodeada de figuras ingeniosas y eruditas”. “... a los doce años de edad, Hernández entra en contacto directo con el gaucho y con sus tareas de todos los días, en una época caracterizada par la intensa actividad de los saladeros. Su hermano Rafael lo dice en una de sus clásicas páginas sobre la juventud de aquél: Allá en Camarones y en Laguna de Los Padres se hizo gaucho, aprendió a jinetear, tomó parte en varias entreveros y presenció aquellos grandes trabajos que su padre ejecutaba y de que hoy no se tiene idea. Esta es la base de los profundos conocimientos de la vida gaucha y amor al paisano que desplegó en todos sus actos» José Hernández, Editorial Plus Ultra, 1973, 2° edición.
“A los 19 años de edad, en 1853, ingresó en las filas del ejército e intervino en la represión del levantamiento del Coronel Hilario Lagos contra el gobierno de Valentín Alsina, estando bajo las órdenes de los coroneles Pedro Rosas y Belgrano y Faustino Velazco y resultó vencido en San Gregorio, el 22 de enero de ese año. A1 año siguiente actuó nuevamente, esta vez como Teniente, contra las fuerzas de Lagos en la batalla de El Tala, donde su bando resultó victorioso.
Después de haberse batido a duelo con otro oficial, por razones políticas, abandonó las filas de la milicia y emigró a Entre Ríos, en 1858. Dos años antes había iniciado su labor periodística en La Reforma Pacífica, órgano del Partido Federal Reformista al que adhirió”
Dice Pagés Larraya de José Hernández que «su vinculación al periódico La Reforma Pacífica, dirigido par Nicolás Calvo, cuando éste sólo contaba 22 años, señala el despertar de su pasión por los problemas espirituales y sociales que agitaban al país”.
Era un periódico que expresaba la tendencia reformista a la que pertenecía Miguel Navarro Viola, Tomás Guido, Ovidio Lagos, los González del Solar, Los Hernández y otros cuyas trayectorias seguirán encontrándose durante muchos años.
“El Nacional Argentino” que apareció en la Ciudad de Paraná el 3 de Octubre de 1852 fue un diario defensor del Gobierno de la Confederación.
“Después de haber tenido en su redacción a Juan María Gutiérrez, Eusebio Ocampo, Alfredo M. du Graty, Ramón Gil Navarro, Benjamín Victorica, Emilio de Alvear, Luis Cáceres, Lucio V. Mansilla, Francisco Bilbao y Juan Francisco Seguí, el diario inició su última etapa de existencia con José Hernández como redactor y publicando dieciocho artículos”.
La edición del día 25 del mismo mes del año 1860 fue la última de «El Nacional Argentino».
El 17 de setiembre de 1861 los ejércitos de la Confederación y del Estado de Buenos Aires se enfrentaban en la batalla de Pavón.
Hernández, con el grado de Capitán, actuó en el bando confederado al mando de Urquiza.
En noviembre del mismo año José y Rafael Hernández participaban en la batalla de Cañada de Gómez, donde también resultaban vencidos por las tropas mitristas.
“Mientras se organizaban focos de resistencia federal en el interior del país, bajo la conducción del General Angel Vicente Peñaloza, el Coronel Felipe Varela, el General Ricardo López Jordán y otros, Derqui presentaba su renuncia y emigraba a Montevideo, Pedernera declaraba acéfalo el gobierno nacional y Mitre era designado presidente provisional”.
En mayo de 1862 fue electo definitivamente presidente por el Congreso que a su vez elegía a Marcos Paz como vicepresidente. Asumen el 12 de Octubre de ese mismo año.
Meses después Hernández funda y redacta «E1 Argentino», periódico que sumaría su esfuerzo a «E1 Litoral», redactado por Carriego, en la defensa del ideal federal provinciano.
Ante la evidencia como señala Arturo Jauretche de las “numerosas falsificaciones de la historia, que nos han privado de sus enseñanzas verdaderas con el propósito malicioso de impedirnos el aprendizaje de la historia a construir...) es necesario recordar en esta fecha que la historiografía mitrista, la historia oficial, la de Grosso y el Billiken, han ocultado celosamente los artículos de José Hernández referidos al asesinato del General Ángel Vicente Peñaloza... el Chacho (1798-1863)
E1 12 de Noviembre “el General Ángel Vicente Peñaloza, que se había rendido a una partida del comandante Ricardo Vera, es asesinado y decapitado y su cabeza es exhibida ante el pueblo en una pica, en una plaza de Olta, La Rioja”.
Y desde “El Argentino” José hernández dice: "Asesinato atroz. El General de la Nación Don. Ángel Vicente Peñaloza ha sido cosido a puñaladas en su lecho, degollado y llevada su cabeza de regalo al asesino de Benavídez, de los Virasoro, Ayes, Rolta, Giménez y demás mártires, en Olta, la noche del 12 del actual.
El general Peñaloza contaba 70 años de edad; encanecido en la carrera militar, jamás tiñó sus manos en sangre y la mitad del partido unitario no tendrá que acusarle un solo acto que venga a empañar el valor de sus hechos, la magnimidad de sus rasgos, la grandeza de su alma, la generosidad de sus sentimientos y la abnegación de sus sacrificios.
La historia tiene para el general Peñaloza el lugar que debe ocupar el caudillo más prestigioso y más humano y el guerrero más infatigable.
El asesinato del general Peñaloza es la obra de los salvajes unitarios; es la prosecución de los crímenes que van señalando sus pasos desde Dorrego hasta hoy.
Que la maldición del cielo caiga sobre sus bárbaros matadores. Los millares de argentinos a quienes el general Peñaloza ha salvado la vida, rogarán por él."
En otra de ellas, titulada «La política del puñal» decía, entre otras cosas: "Los salvajes unitarios están de fiesta. Celebran en estos momentos la muerte de uno de los caudillos más prestigiosos, más generosos y valientes que ha tenido la República Argentina. El partido Federal tiene un nuevo mártir. El partido Unitario tiene un crimen más que escribir en la página de sus horrendos crímenes. El general Peñaloza ha sido degollado. El hombre ennoblecido por su inagotable patriotismo, fuerte por la santidad de su causa, el Viriato Argentino, ante cuyo prestigio se estrellaban las huestes conquistadoras, acaba de ser cosido a puñaladas en su propio lecho, degollado y su cabeza ha sido conducida como prueba del buen desempeño del asesino, al bárbaro Sarmiento". (Nota: Viriato - 180 a 139 antes de Cristo - fue el principal cabecilla de la tribu lusitana que hizo frente a la expansión de Roma)
Asimismo le dice a Urquiza: "No se haga ilusiones el General Urquiza con las amorosas palabras del general Mitre: Represéntese el cadáver del general Peñaloza degollado, revolcado en su propia sangre, en medio de su familia después de haber perdonado la vida a sus enemigos más encarnizados, después de haber librado de la muerte hasta al bárbaro instrumento que los unitarios han empleado para hundirlo en el cuello del caudillo más valiente y más humano que ha tenido el interior del país. ¡En guardia, general Urquiza! el puñal está levantado, el plan de asesinaros preconcebido; la mano que descargue el golpe la comprará el partido Unitario con el oro que arrebata el sudor de los pueblos que esclaviza".
Y agrega: "Los asesinos del general Peñaloza se han espantado de la deformidad de su propio crimen. Quedan dos únicos caminos que pueden salvarlos y los salvajes unitarios, infames como siempre, como siempre traidores, los siguen sin vacilar.
El primero es adormecer al general Urquiza, adularlo, cortejarlo, complacerlo en cuanto desee, mostrarse con él solícitos, afables y cariñosos, a fin de que la bárbara degollación del general Peñaloza no lo haga abandonar un solo instante esa política de contemplaciones y de dulzuras que hace dos años tiene para con los salvajes unitarios. Así lo hicieron cuando asesinaron a Benavídez. Así lo hicieron cuando asesinaron a los Virasoro. Así lo harán ahora que han asesinado a Peñaloza. Pero el general Urquiza no puede dejarse engañar por esas zalamerías de tigres. Benavídez dio por resultado Cepeda. Virasoro dio por resultado Pavón. Un segundo camino de salvación para ellos, es engañar al país y esa es la inicua tarea que han emprendido. Peñaloza no ha sido perseguido. Ni hecho prisionero. Ni fusilado. Ni su muerte ha acaecido el 12 de noviembre. Lo vamos a probar evidentementeme y con los documentos de ellos mismos. Todo eso es un tejido de infamia y mentiras, que cae por tierra al más ligerísimo examen de los documentos oficiales que han publicado sus asesinos. Ha sido cosido a puñaladas en su propio lecho y mientras dormía, por un asesino que se introdujo en su campo en el silencio de la noche..."
Hernández publica una semblanza del «Chacho», en diciembre de 1863, bajo el título «Vida del Chacho. Rasgos Biográficos del General Don. Angel Vicente Peñaloza», que entre otras cosas, decía: "Vamos a escribir, a grandísimos rasgos, la vida de este héroe sencillo y modesto, a bosquejarla con la brevedad con que nos lo permite el carácter y aún el objeto de esta publicación. Pocos habrá, quizá, que conozcan una existencia extraordinaria, como la de este caudillo valiente, generoso y caballeresco, que ha sido actor en las escenas más notables del drama de nuestras luchas civiles y a quien sus perversos enemigos han pintado como el tipo de la ferocidad y encarnación del crimen."
"No creemos necesario detenernos mucho para recordar a nuestros lectores, la resistencia heróica que el general Peñaloza hizo por el espacio de muchos meses al ejército que después de Pavón envió el general Mitre al interior y que fue a ensangrentar el suelo de las provincias. Aún están vivos eses hechos en la memoria de todos y todos saben que ante su prestigio, su actividad y su arrojo, únicos elementos de que podía disponer, fue a estrellarse todo el poder de las huestes invasoras, políticas de ese partido, cuya ambición es su único fin, el asesinato su único medio”.
Y cuando surge la candidatura de Domingo Faustino Sarmiento, (en «El Eco de Corrientes» periódico bimensual en el que Hernández publicó varias editoriales con las iniciales J. H. o con su nombre completo) escribe: «¿Hasta cuándo?». "¿A dónde va ese círculo exaltado de Buenos Aires que ha logrado hacer, aunque pocos, calurosos prosélitos en todos los ámbitos de la República, a dónde va en su afán de dotar al país con un presidente cuyos antecedentes políticos y cuyo carácter personal son una amenaza viva para la paz y la quietud de sus habitantes? ¿Ha escrito acaso en su bandera la palabra de muerte para toda la Nación e intenta convertirla en un vasto cementerio?. Hacen sesenta años no interrumpidos que los hijos de esta tierra, nacen al estruendo de los cañones, se forman en medio del bullicio de las batallas, encallecen sus manos empuñando la lanza y el sable y sienten encanecer sus cabellos entre el humo de los combates. Las legiones argentinas han recorrido el suelo americano en todas direcciones dejando tras de sí regueros de su sangre generosa, apilados los cadáveres de sus hijos y marchando siempre adelante, con el arma al brazo y atento el oído a la voz de los clarines. ¿A dónde van esas masas armadas a prisa, dirigidas por generales más o menos hábiles, vencidos hoy, vencedores mañana, pero sin conquistar jamás para sí un día de reposo? Cada vara de nuestro suelo recuerda un episodio sangriento, se liga a la historia trágica de un combate, cada vara de tierra es una tumba. ¡Hemos de marchar siempre chapaleando sangre separando solícitos los cadáveres de nuestros hermanos que obstruyen nuestro paso y caminando a la ventura en medio de las tinieblas de la anarquía y sin más luz que el resplandor rojizo de los cañones! Los pueblos tienen derecho a la paz, al reposo, al sosiego, después de sesenta años de vida en los campamentos, en que han devorado sinsabores, apurando todas Las amarguras que brinda la desgracia. ¿No se sienten conmovidos los autores de la anarquía en presencia de estas multitudes sacrificadas bárbaramente en holocausto de sus ambiciones bastardas, a la vista de esas hermosas campiñas donde blanquean los huesos de tantos millares de hijos de esta desgraciada República, al contemplar esos pueblos empobrecidos, aniquilados por la guerra civil y sentadas sobres sus escombros las viudas, las madres, los huérfanos como la imagen de la desolación? Aunque tienen serenidad para buscar un rincón donde reunirse tranquilos y tratar de que la destrucción se complete y de que las matanzas sigan. Quince años de lucha sin tregua, fueron necesarios para conquistar un dogma: La Libertad. Veinticinco de combates fueron precisos para fundar un principio: La Ley. Qué se busca ahora? Fundar un Gobierno que haga de la libertad una mentira y de la ley una farza. Remover esas dos grandes conquistas, que son el fruto de una batalla de medio siglo, para sentar en su lugar, el imperio de un círculo, para sustituir a la ley de voluntad de unos cuantos y para hacer que empecemos de nuevo el tan trillado camino de las luchas fraticidas. Pero debemos tener fé en que esas tentativas no han de alcanzar su éxito. El país ha de saber oponerse a esos manejos de los anarquistas y su voluntad ha de ser una valla que ha de contener el ímpetu de sus pasiones tantas veces funestas. Si la anarquía, que intenta levantar de nuevo su cabeza, es vencida en la próxima lucha electoral, desaparecerá de entre nosotros, dando lagar al imperio del orden, de las instituciones y dejando abierto y franco el camino del porvenir. ¡Dios proteja la causa de los Pueblos!
Otro capítulo es el de José Hernández en Rosario.
El Diario La Capital fue fundado en 1867 y es considerado el decano de la prensa argentina, ya que en la actualidad se sigue editando.
Nació un 15 de Noviembre de la mano de Ovidio Lagos para apoyar el proyecto presentado el 1°de julio de ese año por el diputado por Buenos Aires Manuel Quintana para declarar a Rosario capital de la República.
Ovidio Lagos invita a José Hernández a colaborar en el mismo.
En su última colaboración Jose Hernández escribe:
"Es un destino bien amargo el de esta pobre República. Esto se llama ir de mal en peor.
Mitre ha hecho de la República un campamento . Sarmiento va a hacer de ella una escuela.
Con Mitre ha tenido la República que andar con el sable a la cintura.
Con Sarmiento va a verse obligada a aprender de memoria la anagnosia, el método gradual y los anales de Doña Juana Manso. Estas son las grandes figuras que vienen a regir los destinos de la patria de Alvear y San Martín!
Pero, ¿ Consentirá el Congreso, consentirán los hombres influyentes de la República, consentirá el país en que un loco, que ya ha fulminado sus anatemas contra el clero y contra la religión, que ha dicho que va a nombrar una mujer para Ministra de Culto, que es un furioso desatado, venga a sentarse en la silla presidencial, para precipitar al país a la ruina y al desquicio? No lo creemos; esperamos que el patriotismo y la reflexión no nos hayan abandonado del todo y que antes que consentir en semejante escándalo, tendrán bastante energía para decirle al partido de los anarquistas hasta aquí no más, y al loco predilecto de los perturbadores, que se vuelva a su destierro político, a estudiar los diversos métodos de las escuelas americanas”.
A mediados de noviembre de 1869 José Hernández se establece en Buenos Aires. E1 6 de agosto aparece el primer número de «E1 Río de la Plata».
Beatríz Sarlo señala que "En 1869, Hernández fundó en Buenos Aires un periódico, El Río de la Plata. Allí publicó una serie de artículos que constituyen algo así como el cañamazo de ideas que el Martín Fierro elaborará literariamente: el problema de las fronteras con el indio y su defensa, la iniquidad de que ésta repose exclusivamente sobre el habitante pobre de la campaña que es arrancado de su hogar para ser arrojado al fortín, convertido en una suerte de prisionero, desecho por la indigencia y mortificado por la arbitrariedad de las autoridades militares y civiles.
Es el gobierno, afirma Hernández, el que «convierte al gaucho en matrero, en delincuente, en asesino»."
“Porque para los sectores intelectuales y la élite gobernante el vocablo gaucho es justamente sinónimo de delincuente”.
El 26 de noviembre de 1869, José Hernández escribe un artículo titulado «Islas Malvinas. Cuestiones Graves» en el que dice: "Los argentinos, especialmente, no han podido olvidar que se trata de una parte muy importante del territorio nacional, usurpada a merced de circunstancias desfavorables, en una época indecisa, en que la nacionalidad luchaba aún con los escollos opuestos a su definitiva organización”.
Éste José Hernández, mostrado solamente en pocos aspectos, pero profundos, de su carácter de militar, periodista y político es el poeta autor del Martín Fierro.
De su obra dijo el General Perón: «Si nuestros gobernantes hubieran leído el Martín Fierro, en vez de leer autores extranjeros, es probable que hubieran comprendido los problemas argentinos, hasta resolverlos con pasión, amor y carácter.
Martín Fierro es el símbolo de la hora presente. José Hernández cantó las necesidades del pueblo que vive adherido a la tierra. Todavía no se ha cumplido para el pueblo argentino la invocación de grandeza y de justicia que el Martín Fierro enseña”. (Municipalidad de San Isidro: 22/10/1944).
José Hernández dejo enseñanzas de vigencia plena a todos los argentinos; simplemente leamos que: «HAY HOMBRES QUE DE SU CENCIA / TIENEN LA CABEZA LLENA / HAY SABIOS DE TODAS MENAS / MAS DIGO SIN SER MUY DUCHO / ES MEJOR QUE APRENDER MUCHO / EL APRENDER COSAS BUENAS”.

miércoles, 20 de julio de 2011

Aquel Marzo…(en homenaje al natalicio de J M de Rosas el 30 de marzo de 1793, y su paso a la inmortalidad el 14 de marzo de 1877).

Por Ricardo Benítez

Rápido llegaron las nuevas de la Europa
Más una en demasía alegro a los usurpadores;
¡Ha muerto el Tirano!, vociferaban altaneros.
Pero si lo dicen ellos, yo no les creo.

¿Ha cerrado los ojos, Señor?
¿Duerme Usted, Restaurador?

Dicen que murió en medio de la peor pobreza
¡Cuan tontos son los porteños! ¡Discúlpelos Señor!
¿Acaso todas las riquezas del mundo podrían compararse
a esa joya hermosa, el sable del Libertador?
Sus manos ajadas por el trajinar diario,
¿no son testimonio fiel de su orgullo bravo?
Con ochenta y tantos años encima
¡Y sin embargo trabajando!

Dicen que Usted ya no esta,
¡Pero si aun puedo verlo!
Allá se extiende su piel,
en la infinidad de las pampas;
Si quiero tocar su pecho,
sólo debo posar una mano en los Andes
y en cada recodo del Paraná,
¡escucho con estridencia sus latidos!
¿Y quién no siente su aliento,
viajando en el Zonda y el Pampero?

Ha vencido, Don Juan Manuel, nuevamente
Ya las felonías no lo pueden tocar,
pero no ha muerto, tan solo esta dormido,
Esperando el momento adecuado,
en la espesura del monte,
entre nuestros paisanos.

Usted es Eterno, Don Juan Manuel de Rosas,
como la Patria por la que todo lo dio, sin pedir nada,
Por más que los doctos sumen infamia a más infamia,
Allí estará su brazo fuerte, esplendente como los cañones de Obligado,
señalando el Camino de la Grandeza, de la Libertad y el Honor.

¡Aquí lo aguardan sus Colorados!

¡Viva nuestro Restaurador!

jueves, 14 de julio de 2011

González Arzac, un viejo Peronista Rosista

Por Alberto González Arzac

Con (Alberto) Federico y con (José Luis) Coraggio trabajamos nada menos que cuarenta años atrás, en el Consejo Federal de Inversiones en un trabajo que se denominó Base para el desarrollo regional argentino que fue uno de los grandes trabajos que se realizaron para la reconstrucción en ese momento de la economía nacional.  Hoy estamos nuevamente en presencia de un Estado debilitado que ha sido más que eso, totalmente desguasado. El Estado nacional argentino no presta más educación, no da más servicios de salud, no tiene más servicios de seguridad, es decir ha ido caducando en cada una de las actividades que la nación precisa de su Estado y por eso es que se dice de continuo que hay que refundar el Estado. Es cierto, hay que darle nuevos roles al Estado y eso se hace mediante una Constitución. La Constitución del Estado es la norma fundamental que da todo el espectro de todas las actividades del Estado y fija las grandes finalidades de ese Estado.Entonces es el momento de volver a las ideas que Perón diseñó allá por 1949, fundamentalmente al exponer cómo era la comunidad organizada en el Congreso Nacional de Filosofía que ese año se realizó en la ciudad de Mendoza.  
Seguramente mi amigo, el filósofo Alberto Buela, hizo referencia a algo de esto. Pero yo vuelvo a tomar el tema de la comunidad organizada de Perón con respecto a las pautas constitucionales, porque Perón, en aquel famoso discurso que después se publicó como libro con el título La comunidad organizada, hizo conocer la profundidad filosófica de ideas que fueron adoptadas como normas jurídicas superiores, ese mismo año, paralelamente a la Constitución Nacional de 1949.  Por eso Perón habló de la gestación del constitucionalismo y de su evolución, incluso antes de la Carta Magna Inglesa de Juan Sin Tierra en 1215, que generalmente el constitucionalismo liberal toma como punto de partida de las cartas constitucionales. Y Perón, mucho más allá, rememoraba a Eurípides que, en la antigua Grecia, era un escritor en cuyas obras participaba la masa exponiendo desde el coro las inquietudes y los pareceres colectivos.  La cita de Eurípides no era literaria para Perón, era política, porque él estaba acostumbrado ya al diálogo con el pueblo en los memorables actos de la Plaza de Mayo; también mencionó repetidas veces a Aristóteles reflexionando sobre la afirmación de este filósofo estagirita que dice que el hombre es un ser ordenado para la convivencia social; el bien supremo no se realiza, por consiguiente, en la vida humana, sino en el organismo súper individual del Estado; la ética –decía Aristóteles– culmina en la política.   Este era el punto de partida de lo que Perón decía acerca de la comunidad organizada, y así lo planteó desde el Congreso Nacional de Filosofía en Mendoza cuando diseñó su pensamiento, su ethos social mientras en el Congreso de la Nación en Buenos Aires, se sancionaba la Constitución Nacional de ese año.    Al punto que uno de los hombres que había trabajado en este aspecto en la elaboración del pensamiento para la exposición de Perón en Mendoza fue el Dr. Arturo Sampay, constituyente y miembro informante en la Convención Constituyente de 1949.    Perón trocó las viejas concepciones elitistas de la Constitución de 1853 por nuevas concepciones sociales escritas en la Constitución de 1949; la República minoritaria de 1853 se convertía en la democracia de masas de 1949. El privilegio de pocos de 1853, en el derecho de mayorías de 1949.
La Constitución de 1853 garantizaba la libertad de un sector minoritario del pueblo, la Constitución de 1949 garantizaba la justicia para todos los sectores del pueblo, la justicia social era el contenido esencial de la libertad garantizando el derecho de todos los ciudadanos, fructificando en derechos del trabajador, de la ancianidad, de la familia, de la educación y de la cultura que beneficiaban a todos los argentinos.   La autodeterminación popular era contenido de la libertad, abriendo la democracia a todos los sectores, por eso recién en la Constitución del ’49 se reconoció el voto de las mujeres, se extendió a los habitantes de los territorios nacionales, que antes eran kelpers en su propio país, iniciando el tránsito para que esos territorios se convirtieran en las nuevas provincias argentinas hoy existentes y se implantó el voto directo para las elecciones presidenciales y de senadores nacionales destruyendo el antiguo sistema de contubernio de los colegios electorales y de las combinaciones en las legislaturas locales.    Perón decía al respecto: “difundir la virtud inherente a la justicia y alcanzar el placer, no sobre el disfrute privado del bienestar, sino por la difusión de ese disfrute, abriendo sus posibilidades a sectores cada vez mayores de la humanidad, he allí el camino”,Y ese fue el derrotero seguido por la Constitución de 1949 que opuso al espíritu declamatorio de la Constitución liberal la voluntad realista de la Constitución social.   Al individuo aislado en que pensó la Constitución liberal lo trocó por la persona que vive comunitariamente pensando en la Constitución social, al conjunto de individuos yuxtapuestos que tuvo en cuenta la Constitución liberal le opuso el pueblo dentro de una comunidad organizada pensado por la Constitución social.   Por eso la Constitución de 1949 habló, como no se hacía antes de la Constitución liberal, de la familia como núcleo primario de la comunidad, de las organizaciones libres del pueblo, donde esos individuos, esas personas y familias se congregan, del gremio o el sindicato donde se organiza el trabajo, de las universidades, donde se organizan los estudiantes, los técnicos y los científicos y de las regiones donde se organizan las provincias para objetivos de interés común.   La constitución liberal había concebido al individuo aislado, aquel individuo aislado de Rousseau, que estaba necesitado de acordar la formación de un Estado por medio de un contrato social. En cambio la Constitución social concibió a personas sociales, que viven y se organizan naturalmente en comunidades que también son un efecto natural como la familia, el gremio, las organizaciones libres del pueblo. Y todas las instituciones constitucionales adquirieron entonces una función social    Tenían función social el derecho de propiedad, que ya no era absoluto, la empresa, el trabajo, los recursos naturales y el propio Estado. Por eso es que para Perón la norma jurídica impone criterios a la comunidad, pero la ordenación suprema donde se conjugan la ética, la moral y el derecho conforma la comunidad organizada, concepto al que Perón sintetizó como imagen del orden de armonía, de justicia en la vida de los pueblos. Muchas gracias.  
(*) Abogado, Doctor en Ciencias jurídicas y sociales (Universidad Nacional de La Plata), académico del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Discípulo y amigo del Dr. Arturo Sampay, padre de la Constitución Argentina de 1949. Actualmente ha sido nombrado por la Presidenta de la Nación como representante del Poder Ejecutivo en Papel Prensa S.A.

jueves, 7 de julio de 2011

Reciprocidad entre San Martín y Rosas

Por Pablo Rohr

Los liberales de aquella época nunca se pudieron tragar el apartado numero tres del testamento del libertador,el mismo Sarmiento decía que se debía que San Martín estaba senil por la vejez,pero mintieron nuevamente ya que el sable ya tenia en la cabeza dárselo por el bloqueo francés y no por el combate de obligado,en el siguiente texto figura la intención del libertador en una carta a Tomas Guido.
Nuestra historia oficial nunca logró digerir la cláusula tercera del testamento del general don José de San Martín: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general de la república Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.
Don José celebraba, no la gesta de Obligado como suele afirmarse en un difundido
error, sino años antes, la defensa contra el bloqueo francés que finalizaría en 1840. No es banal esta aclaración pues algunos, entre ellos Sarmiento, osaron opinar que el gesto se debía a la senilidad del Libertador.
Tan extraordinaria disposición testamentaria de nuestro máximo prócer ha sido
soslayada o directamente silenciada en nuestros textos históricos. Sin embargo, la relación entre San Martín y Rosas fue intensa a lo largo de muchos años.
Habiendo transcurrido ya un tiempo prolongado del exilio europeo de don José, casi
olvidado por la prensa y los gobernantes de Buenos Aires, el joven estanciero Rosas dio el nombre de “San Martín” a una de sus estancias. Poco después, en el mismo año de 1820, bautiza a otra como “Chacabuco”, ambas en el actual partido de General Belgrano. San Martín, como militar de alma que era, aborrecía el desorden y la indisciplina. Estaba seguro de que la anarquía en que se había sumido su patria terminaría por derrumbarla y hacer fracasar la lucha por su independencia, en la que él había invertido tantos esfuerzos y sacrificios. “Conviene en que para que el país pueda existir es de necesidad absoluta que uno de los dos partidos en cuestión desaparezca de él –escribía el 3 de abril de 1829 a su gran amigo Tomás Guido- Al efecto se trata de buscar un salvador que reuniendo el prestigio de la victoria, el concepto de las demás provincias y más que todo un brazo vigoroso, salve a la patria de los males que la amenazan”. Así anticipaba, con excepcional lucidez, la irrupción del Restaurador. De los dos partidos, el unitario o el federal, las simpatías del Libertador se inclinaban hacia el último. Por el obstinado saboteo que sus planes libertarios siempre habían sufrido por parte de Buenos Aires, bajo el dominio político de sus enemigos Alvear o Rivadavia; también porque en su peregrinar por las provincias al frente de sus tropas había aprendido a valorar el coraje y el patriotismo de los caudillos y sus gauchos. Su toma de partido no deja dudas en una carta a Guido: “El foco de las revoluciones, no sólo en Buenos Aires sino en las provincias, ha salido de esa capital, en ella se encuentra la crema de la anarquía, de los hombres inquietos y viciosos, porque el lujo excesivo multiplicando las necesidades se procura satisfacer sin reparar en medios: ahí es donde un gran número no quieren vivir sino a costa del Estado y no trabajar”. El 17 de diciembre de 1835, San Martín celebra la “mano dura” de Rosas: “Ya era tiempo de poner término a males de tal tamaño para conseguir tan loable objeto, yo miro como bueno y legal todo gobierno que establezca el orden de un modo sólido y estable”. Don Juan Manuel es para el Libertador la antítesis de la anarquía y valoriza la despótica tranquilidad que reina en su país: “Sólo ella puede cicatrizar las profundas heridas que ha dejado la anarquía, consecuencia de la ambición de cuatro malvados...”. Y al año siguiente: “Desengañémonos, nuestros países no pueden, al menos por muchos años, regirse de otro modo que por gobiernos vigorosos, más claro: despóticos”.
Rosas le agradece a San Martín su apoyo, que le sirve, gracias al prestigio de éste en Europa, para contrarrestar la acción de no pocos compatriotas que recorren las cancillerías extranjeras buscando aliados para derrocarlo. Le ofrece ser embajador en Perú, cargo que el Libertador rechaza con el pretexto de que eran muchos los lazos que lo unían a Lima y a sus habitantes como para poder desempeñar correctamente tal responsabilidad. También aduce que él es “solo un militar” y que carece de condiciones como diplomático. Algunos historiadores consideran que este rechazo se debió a que San Martín no quiso comprometerse con los desbordes totalitarios de don Juan Manuel. Sin embargo el tono predominante de la relación entre ambos es la cordialidad.
Conociendo Rosas las penurias económicas del exilio sanmartiniano ordena en 1840 “que se otorgue la propiedad de seis leguas de tierra al Señor General de la Confederación Argentina don José de San Martín”. Y más adelante, sabiéndolo enfermo y necesitado de atención, designa a su yerno Mariano Balcarce como oficial de la embajada Argentina en Francia, e instruye reservadamente a Manuel Sarratea, embajador, para que exima a Balcarce de residir en París, asiento natural de la representación diplomática, con objeto de no privar al prócer de la presencia y asistencia de su hija Mercedes. San Martín continúa opinando, en su activa correspondencia con Buenos Aires: “En mi opinión el gobierno en las circunstancias difíciles debe, si la ocasión se presenta, ser inexorable con el individuo que trate de alterar el orden, pues si no se hace respetar por una justicia firme e imparcial se lo merendarán como si fuera una empanada, lo peor del caso es que el país volverá a envolverse en nuevos males”.
Y Rosas seguirá correspondiéndole: el 11 de octubre de 1841 el almirante Guillermo
Brown, obsecuente, le solicita que lo autorice a designar “Restaurador Rosas” a la nave capitana de la escuadra de la Confederación Argentina, a lo que aquél le responde ordenándole que la nave deberá llamarse “Ilustre General San Martín”. Cabe señalar que también nuestra historia oficial ha silenciado la colaboración que nuestro máximo prócer naval, el almirante Brown, prestó al gobernador Rosas.
Cuando Francia e Inglaterra atacan a la confederación Argentina, nuestro Libertador
máximo no vacila en escribir a Rosas, poniéndose a sus órdenes y ofreciéndole regresar a la patria para combatir contra los invasores en una declaración pública que pudo haberle provocado serias dificultades ya que vivía en una de las potencias beligerantes. San Martín y Rosas comparten un hondo sentimiento nacional que para algunos críticos roza la xenofobia.
Una de las últimas cartas que escribe San Martín tres meses antes de su muerte, con
letra dificultosa, fue justamente a Juan Manuel de Rosas: “(...) como argentino me llena de un verdadero orgullo, el ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor establecido en nuestra querida Patria, y todos estos progresos efectuados en medio de circunstancias tan difíciles en que pocos estados se habrán hallado” (Boulogne-Sur-Mer, 6 de mayo de 1850)

Martín Miguel de Güemes

Por Andrés Mendieta

“- ¡Escápate Martín, por la puerta falsa! –le dijo su hermana Macacha, siempre cautelosa e imaginativa. “- ¿Y la escolta?” le observó Güemes afectado en su honestidad y lealtad hacia sus gauchos. “- ¡No, no puedo yo huir abandonando la escolta; sería una cobardía!”. Y arrojándose sobre el caballo inició una rápida carrera alcanzado por su custodia. Según la historiografía era ya como la medianoche; noche tenebrosa y fría de aquel aciago 7 de junio de 1821.
Algunos vecinos aseguraban que habían escuchado un insólito ruido acompasado que, sin lugar a dudas, provenían de un grupo de personas que caminaban sigilosamente rumbo a la plaza principal. Ese ruido no era nada más ni nada menos que el producido por ojotas que calzaban los milicianos que habían invadido la ciudad al mando del coronel José María Valdez, más conocido como “Barbarucho”, el Bárbaro. Valdez hasta antes de defender la guerra se dedicaba al comercio de las mulas y al contrabando, oficio que le permitió conocer los múltiples senderos de la cordillera.
Martín Miguel de Güemes, gobernador de Salta y general en jefe del Ejército Expedicionario al Perú (así designado por San Martín en junta de generales y reconocido por todas las provincias), desde esa funesta noche en que fue herido de muerte su vida comenzó a arder como una llama votiva, agitada por el espíritu puro de la libertad y encendida por el amor ante la imagen de la patria. Patria y libertad, dos términos inseparables como el fuego y la luz; como el heroísmo y la gloria. De él nos queda su hombría como reflejo incomprensible que todo lo penetra y lo santifica.
Contrariamente a una vieja tradición oral creada perversamente por sus adversarios políticos, en el sentido que nuestro héroe se encontraba en una residencia que no era la suya, está debidamente documentado que en aquella circunstancia se hallaba en la vivienda de su hermana Magdalena “Macacha” Güemes de Tejada, ubicada al lado de su casa-habitación y que fuera oportunamente la sede de la Tesorería Real (del Yoncci -hoy España 730-, solar donde funciona el Instituto Güemesiano de Salta).
Para no ser alcanzado por los efectivos de Valdez tomó la calle de la Amargura (Balcarce) y al llegar al Tagarete de Tineo (avenida Belgrano) se encontró con una línea de fusileros del rey llegando a enfrentarla en medio de una granizada de proyectiles que llegaron a herirlo mortalmente y a sí, regando con sangre almácigos de vida a una nueva república galopó hacia la Cañada del a Orqueta (o Horqueta) acompañado por sus Infernales y por el presbítero Francisco de Paula Fernández -quién asistió a Güemes hasta su muerte.
El “Barbarucho” habiéndose enterado que Güemes había sido herido designó como gobernador interino de la provincia al coronel Tomás Archondo –reconocido enemigo y calumniador de Güemes- quien, entre otras medidas, dispuso hacer oficiar una misa en acción de gracias “por la gloriosa ocupación de la ciudad”; la iluminación por tres días consecutivos de la ciudad amenazando de muerte a los vecinos que no cumplieran con el mandato. Mientras tanto hacía su entrada triunfal el general Olañeta.
Con este atentado se concretaba una ansiada aspiración de quienes venían trabajando bajo el nombre de Patria Nueva cuyo núcleo que sin renunciar a sus principios patrióticos estaban identificados con la política centralista de Buenos Aires e inconscientemente hiriendo por la espalda la empresa liberadora de San Martín y la pérdida definitiva de las provincias del Alto Perú (Bolivia), que habrían de ser liberadas y erigidas en Estado independiente por Bolívar y Sucre.
Las exigencias de la guerra apremiaron a Güemes designar un gobernador sustituto recayendo tal nominación en José Ignacio Gorriti, elección que contó con el voto favorable del Cabildo y, posteriormente, en una sesión extraordinaria el alto cuerpo tomó conocimiento los impedimentos que sufría Felipe Ibarra y el gobernador de Santiago del Estero, Alejandro Heredia, por parte del mandatario tucumano Bernabé Aráoz para colaborar con el Ejército de Observación que debía partir hacia el Perú. Esta ayuda consistía en dinero y materiales para al regimiento de Güemes.
la campaña contra el gobernador de Tucumán se hizo Insalvable cuando éste arremetió a Santiago derrotando Ibarra a Aráoz en las mismas puertas de San Miguel. El sagaz gobernador tucumano aprovechó una circunstancial ausencia de Güemes para confundir a Heredia en negociaciones para batirlo en la sorpresa de Marlopa (3-4-21). El inesperado descalabro precipitó la confabulación en Salta, mientras el jefe realista Pedro Antonio de Olañeta acometió de nuevo, para usufructuar los conflictos en el campo patriota. Pero una emboscada espléndida de José Ignacio Gorriti aprisiona en Humahuaca la avanzada de Olañeta (30-4-21), forzándolo a retroceder hasta Mojos, población ubicada en el actual territorio de Bolivia.
Güemes, en tanto, reconstituyó en Rosario de la Frontera su avanzada bajo las órdenes del coronel Jorge Enrique Vidt (un ex oficial napoleónico) para volver a maniobrar en las afueras de Tucumán. Ante este panorama Bernabé Aráoz dispuso que sus huestes avance hacia el valle de Lerma por la apartada ruta de Las Cuestas, en apoyo de la conspiración que trama la "clase decente" de Salta, como se hacía llamar. Los exiliados salteños, que eran muchos, continuaban complotando desde la capital tucumana hasta lograr que el Cabildo de Salta, el 24 de mayo de 1821, por abrumadora mayoría, destituyó a Güemes, lo despojara de la “ciudadanía" salteña y lo expulsara de la provincia nombrando gobernador a Saturnino Saravia y comandante de armas a Antonio Cornejo.
Güemes al tomar conocimiento de este acto insurgente conocido después como la “Revolución del Comercio” regresó a Salta al frente de veinticinco hombres de escolta y tras de arengar a los soldados que habían sido dispuestos para enfrentarlo estos, depusieron sus armas para ponerse nuevamente bajo las órdenes del prócer salteño. En esta circunstancia Güemes dijo: “Por estar a vuestro lado me odian los decentes; por sacarles cuatro reales para que vosotros defendáis su propia libertad dando la vida por la Patria. Y os odian a vosotros, porque, os ven resueltos a no ser más humillados y esclavizados por ellos. Todos somos libres, tenemos iguales derechos, como hijos de la misma Patria que hemos arrancado del yugo español. ¡Soldados de la Patria, ha llegado el momento de que seáis libres y de que caigan para siempre vuestros opresores!".
Después de esto Güemes recuperó el poder.
Según Luis Güemes en su “Güemes Documentado” (12 tomos y alrededor de 6 mil páginas) dice: “La ciudad estaba prácticamente desierta, pues hasta los culpables de la revolución la habían evacuado, huyendo. Olañeta, después de la derrota sufrida por su vanguardia al mando de Marquiegui en Jujuy y prisión de éste, simuló una retirada a sus antiguos cuarteles de Tupiza a esperar noticias de los complotados que, aunque derrotados, no se consideraron vencidos. Así fue cuando vieron el momento propicio, enviaron un emisario para alertar al general realista, el que despachó un destacamento al mando del coronel José María Valdez (a) “El Barbarucho”, con misión de tomar a Güemes por sorpresa, de acuerdo a un plan premeditado”.
En acto seguido Luis Güemes expresa en el tomo 11, pág. 185, lo que transcribo textualmente: “Don José Manuel García, en uno de los apuntes suyos, entregados personalmente al doctor Domingo Güemes y que obran en nuestro archivo, dice: “El cordobés Benítez [Don Mariano] fue quien trajo a Valdez para sorprender a Güemes, ganándose 5.000 pesos. Valdez se iba ya en retirada con 4.000 hombres. En Tupiza lo alcanzó Benítez. El comercio hizo suscripción para pagar los 5.000 pesos a Benítez”y agrega: “El Barbarucho era español, de buena estatura, colorado, pecoso; se alojó la noche de la sorpresa a Güemes, en la casa de los Gurruchagas”.
Ese fue el precio para definir la vida de un hombre que nació rico para morir pobre por entregar todo por la “gran nación americana”. En aquel amanecer del 17 de junio de 1821 balbuceaban las bocas barbudas de tus gauchos: “El general, don Martín se muere”, “Se está muriendo…”. Y en los oscuros ojos de escapaban lágrimas como gotas de rocío. General: tú no lloraste pero sí sellaste las gargantas de tus gauchos.
En este nuevo aniversario de la muerte del General Don Martín Miguel de Güemes son muchos los que olvidan de su pasión robusta por la patria grande, a la que dedicó sus desvelos y todos sus sacrificios. Sobradamente lo señala en su correspondencia, oficios y proclamas de los que transcribiré sucintamente. “No quiero favores en perjuicio de mi país; éste ha de ser libre a pesar del mundo entero. Nada temo, porque he jurado sostener la independencia americana y sellarla con mi sangre”; “… yo no puedo prescindir del amor a la libertad y del alivio que debo proporcionar a los afligidos hermanos del Perú…”
A los doce días de haber recibido la comunicación del general San Martín, ya tenía dos mil hombres dispuesto a llevar a cabo tan noble proyecto” (1820); “Secuaces de los tiranos: vuestra soberbia os precipita. Advertid que las dieciocho provincias de esta América del Sur que sacuden la opresión, no las podrán ultrajar…” (1815).
Sólo nos queda en estos momentos que al país lo sacude una crisis moral tomemos de ejemplo a este grande de la nacionalidad para que ilumine de esperanza y futuro a todos los argentinos

martes, 5 de julio de 2011

San Martín visto por los artistas...

Por Shadia Amina Ross Said

Don José de San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, pueblo de las antiguas misiones jesuíticas, situado en la margen derecha del río Uruguay, actual territorio de la República Argentina. Su padre, el capitán del ejército español, don Juan de San Martín, fue Teniente de Gobernador de un departamento formado por cuatro pequeñas poblaciones fundadas por los venerables padres jesuitas, de las cuales una, San Borja, quedaba en la margen izquierda del río, y las otras tres, Santo Tomé, La Cruz y Yapeyú, que era la capital, en la derecha, como queda dicho. Los dos últimos hijos del matrimonio del capitán San Martín con doña Gregoria Matorras, castellana como él, -Justo Rufino y José Francisco, el futuro general-nacieron en ese apartado rincón de la tierra americana. En 1784, después de largas y difíciles tramitaciones, el capitán San Martín obtuvo permiso para regresar a España. Toda la familia pasó entonces a residir en la Península. No existe ni podría existir ningún retrato de la época que represente al general San Martín durante su infancia. Tampoco existe ninguno de su adolescencia o de su primera juventud. A los siete u ocho años de su edad ingresó en el Seminario de Nobles de Madrid, y en 1789 sentó plaza de cadete en el Regimiento de Infantería de Murcia, iniciando una carrera militar que sólo habría de detenerse en la cúspide de la gloria. Desde entonces, durante el tiempo en que permaneció en España, la vida de San Martín transcurrió en los cuarteles, en los campamentos y en los campos de batalla No era habitual en aquella época, ni posible, tomar retratos de jóvenes militares. San Martín fue, por lo demás, durante toda su vida reacio a hacerlo, por recato, y porque era naturalmente enemigo de todas las formas de ostentación, entre ellas, hacerse retratar. No se conoce ningún retrato suyo que corresponda a los primeros treinta y cinco años de su vida, hasta que llegó de regreso a Buenos Aires en 1812. Durante su permanencia en la Argentina (1812-1817) tampoco se hizo retratar. Existe tan sólo una miniatura que lo representa en uniforme de coronel de granaderos. Es una pequeña miniatura en témpera sobre marfil que mide 46 x 36 mm., cuyo origen se desconoce.
El primer retrato de San Martín que puede considerarse oficial fue ejecutado sólo después de Chacabuco, y reproducido por el mismo artista que lo realizó -José Gil de Castro- con motivo de la proclamación de la independencia de Chile, cuando se quiso exhibir públicamente la efigie del vencedor de los Andes. Pero son prácticamente mínimos los retratos anteriores y posteriores durante los doce años de su permanencia en América (1812-1824). El primer retrato directo cuyo autor, lugar, oportunidad, origen y circunstancias de su ejecución se conocen, fue pintado por el artista peruano José Gil de Castro en Santiago de Chile, en 1817, después de Chacabuco, con fines que hoy se llamarían de promoción y propaganda. Después de Chacabuco era necesario dar a conocer la imagen física del vencedor de los Andes. El mismo Gil de Castro lo copió, por lo menos, siete veces más. Varias de estas copias fueron autorizadas o encargadas por San Martín. Una de ellas fue exhibida en el acto de la Declaración de la Independencia de Chile, el 12 de febrero de 1818.
El retrato de Gil de Castro adolece de un defecto que debe ser señalado: la nariz aguileña exageradamente afilada. Gil de Castro era un pintor de escasos recursos que desarrolló, no obstante, a falta de otro mejor, una larga labor en Chile y en el Perú. Comenzó retratando a Fernando Vll y a los personajes españoles de la colonia y después a casi todos los generales de la independencia, entre ellos a O’Higgins, San Martín y Bolívar. Casi siempre los colocó de tres cuartos de perfil, mirando hacia su izquierda y a muchos les puso la misma nariz aguileña del general San Martín. Era el estilo conocido del artista y la gente estaba acostumbrada a contemplarlo. A San Martín mismo no debe haberle molestado desde que autorizó las repetidas copias de su retrato. En todo caso, San Martín tenía efectivamente nariz aguileña, aunque no tan afilada como la pintó Gil de Castro. El general Espejo dice que San Martín era de una estatura más que regular, de color moreno, tostado por las intemperies, nariz aguileña, grande y curva, ojos negros. Su mirada era vivísima -y añade- ni un solo momento estaban quietos aquellos ojos. Debemos agregar que sufría de un ligero estrabismo, como puede verse claramente en los retratos mencionados y en los daguerrotipos. En cuanto a la estatura, no debió llegar a 1,70 m. La cama del dormitorio de Boulogne-sur-Mer mide 1,80 m. entre las caras internas de la cabecera a los pies. Esta estatura calculada coincide, por otra parte, con las medidas de la casaca del uniforme de gala de Protector del Perú, que corresponden a una persona de menos de 1.70 m. de estatura. Ocurre que San Martín se mantenía siempre erguido, con severa apostura militar, y que la estatura general de los hombres de origen español en la época era relativamente reducida. Dejando de lado la exageración de la nariz y el estilo peculiar del pintor, el óleo original de Gil de Castro es un buen retrato de San Martín joven que lo muestra en la plenitud de su vida, enérgico, sereno y vivaz, como fue en el momento de sus grandes triunfos militares. No se sabe si San Martín posó o no para ser retratado en Lima (1820-1822). Existe, o existía, alguna miniatura que podría atestiguarlo. Pero el retrato de Mariano Carrillo, único contemporáneo en el que aparece de cuerpo entero, fue firmado y fechado después de su salida del Perú en 1822, y el de Drexel fue hecho bastante después (c.1827). Es necesario esperar, pues, hasta Bruselas, para encontrar el segundo retrato directo e indubitado. Apenas llegado a la capital belga, la logia masónica “La Parfait Amitié” decidió expresarle su admiración y respeto. El artista Jean Henri Simon, grabador del rey, acuñó entonces una hermosa medalla con el perfil de San Martín, en plata, bronce y cobre, que fue celebrada desde el primer momento por su notable parecido con el modelo: San Martín estaba por cumplir cuarenta y ocho años de edad. En Bruselas aparece un pequeño aflojamiento en la rigidez del carácter del general San Martín. Se había entregado un poco a la vida burguesa y había engrosado bastante. Estaba en “bon point”, como dicen los franceses, y sucede a los hombres cerca de la cincuentena, cuando se retiran de la vida activa. San Martín posó entonces, en fecha no determinada, para el artista belga Francois Joseph Navez, que había pertenecido al taller de David, pintor de Napoleón. En el óleo de Navez, que se encuentra en el Museo Histórico Nacional, aparece San Martín de frente, bastante mofletudo, hermoseado sin duda por el artista. Es una buena pintura, pero aporta poco para el estudio del carácter y la fisonomía del prócer.

En el año 1828, cuando San Martín tenia más de cincuenta años de edad, el general Miller le pidió que se hiciese retratar otra vez, con uniforme militar, para incluir la lámina en las ediciones española e inglesa de su libro de memorias. San Martín encargó el trabajo al artista belga Jean-Baptiste Madou, hombre de habilidad. Madou comenzó por hacer un retrato directo de San Martín, el cuarto que se conoce, en el que aparece tal como era en ese momento, con su aire típicamente peninsular, la mirada vivaz y brillante, envuelto en una enorme capa española. Es un documento de gran interés humano. Ha llegado hasta nosotros porque Madou hizo una prueba litográfica, que se conserva también en el Museo Histórico Nacional. Existe, además, una miniatura de óleo sobre marfil, que la reproduce. Sobre la base de este retrato directo de San Martín, Madou elaboró la lámina destinada al libro de Miller. Le quitó años, enderezó la figura y le agregó el uniforme. La litografía final es el tan popularizado retrato de la estampilla, que sirvió también para componer el retrato de la bandera. Es un San Martín idealizado, que se aparta bastante de la imagen original del mismo Madou. Tuvo, por otra parte, un epílogo inesperado. San Martín, que no estuvo enteramente conforme con el trabajo del artista, remitió la piedra litográfica al general Miller para que la utilizara en la impresión de las láminas en Londres, pero le aseguró que sería el último retrato que se haría hacer en su vida, decisión que cumplió religiosamente, porque desde entonces no posó para artista alguno, aunque autorizó la publicación de sus retratos litográficos en las ediciones francesa e italiana de los viajes de Lafond (1843). A principios de 1848 San Martín se encontraba viviendo en París en su casa de la rue St. Georges cuando estalló el movimiento revolucionario que dio por tierra con el gobierno de Luis Felipe e instaló la Segunda República. San Martín quedó profundamente afectado por las escenas de violencia que agitaron la capital de Francia. Estaba bastante enfermo, con cataratas en los ojos. El 16 de marzo se trasladó con toda su familia a Boulogne-sur-Mer, con el propósito indefinido de pasar quizá a Inglaterra. Antes de salir de París le fueron tomados dos retratos en daguerrotipo. Existe una vieja versión según la cual la hija de San Martín, doña Mercedes San Martín de Balcarce, lo llevó a la casa del daguerrotipista y, más o menos engañado, logró convencerle que se dejase retratar. Quizá esta versión, que compone un afectuoso cuadro familiar, sea cierta. Pero no hay duda de que en la determinación influyó la decisión de tener un retrato de San Martín antes de abandonar París, y muy posiblemente el deseo de celebrar los setenta años del viejo soldado, que se cumplieron el 25 de febrero, dos días después de la sangrienta revolución. Como tantos otros inventos del siglo XIX, que después se desarrollaron grandemente en otros países, los primeros pasos de la fotografía se cumplieron en Francia. Existían, por cierto, experiencias anteriores, pero en el año 1835 Louis Daguerre logró, por fin, aislar y reproducir la imagen por medio de la cámara oscura, de manera que un retrato, una vista o un paisaje podían conservarse indefinidamente. En 1839 el gobierno francés decidió adquirir la patente de invención para que el procedimiento fuese conocido y divulgado entre el público. La crónica del memorable día en que el secreto del procedimiento fue revelado públicamente -19 de agosto de 1839-relata la emoción que se produjo en París. Las tiendas de óptica estaban abarrotadas de aficionados que deseaban iniciarse en el mundo ilimitado de la daguerrotipia. Cada uno quería copiar lo que veía desde su ventana, la silueta de los techos en el cielo, los ladrillos de las chimeneas. La familia de San Martín no debió vivir ajena a este histórico acontecimiento. En 1848 el daguerrotipo estaba ampliamente vulgarizado. Existían numerosos artesanos especializados con talleres abiertos en París. El procedimiento ofrecía el inconveniente de que el original no podía ser reproducido y de que, como el material empleado era cobre bañado en plata, existía una cierta dificultad para observar en su estado final la imagen reproducida. Pero era el mejor invento hasta entonces para retratar a las personas. Otro inconveniente del procedimiento era que la imagen quedaba fijada desde el primer momento en la plancha de metal, invertida por la cámara oscura, de donde salía inevitablemente invertida. San Martín habrá sido inducido cariñosamente a posar frente al daguerrotipista, pero debió soportarlo estoicamente, porque le. fueron tomados no uno sino dos daguerrotipos, cambiando la posición, como se hace habitualmente cuando se toman fotografías. La primera vez posó con la mano derecha introducida dentro de la abotonadura de la levita, en la clásica postura napoleónica, y la izquierda sobre el brazo del sillón. Su figura gallarda y noble aparece realzada por el cabello cano y el poblado bigote, con la mirada un tanto perdida por la acción de las cataratas. Está vestido con su levita negra y un gran corbatón en el cuello. Por el efecto de la inversión de la imagen, aparece mirando hacia la izquierda, cuando en realidad miraba hacia la derecha, y parece también que tiene la mano izquierda dentro del traje, cuando tenía la derecha. En el segundo daguerrotipo dejó caer la mano derecha - aparentemente la izquierda- y mantuvo esta última en el brazo del sillón.

LOS DAGUERROTIPOS

Los daguerrotipos de 1848 son, en rigor, los únicos retratos verdaderamente directos del general San Martín. Es una fortuna que el progreso de la técnica haya permitido hacer llegar hasta nosotros su imagen de esta indubitable manera. Permiten examinar los demás retratos tomados del natural, para aquilatar hasta dónde la mano del artista alteró o no en cada caso los rasgos ciertos de su fisonomía, atendidas siempre las diferencias impuestas por la edad. Sólo uno de los daguerrotipos ha sido conservado, el primero, o sea, aquel en el que San Martín está con la mano dentro del traje, hoy en el Museo Histórico Nacional. El segundo, que parece haber sido el preferido por la familia, se perdió o desapareció hace muchos años. Digo desapareció porque la plancha de cobre de los daguerrotipos, no sé si por ser de cobre, o como consecuencia de los procesos químicos a que eran sometidos para fijar la imagen -lo que hoy se llamaría el procedimiento de la revelación- se corroe y se destruye con el tiempo. La familia de San Martín, prudentemente, antes de que este segundo daguerrotipo desapareciera totalmente, lo hizo fotografiar en París por Bingham, uno de los inventores de la utilización del colodion en la fotografía. La fotografía de este daguerrotipo, hoy también en el Museo Histórico Nacional, fue hecha después de 1867, porque al dorso del cartón donde está asentada, están mencionados los premios obtenidos por Bingham, entre ellos, uno de ese año. Los daguerrotipos de 1848 cierran la serie, no muy numerosa por cierto, de retratos auténticos del general San Martín. Dos largos años pasaron desde el traslado del prócer a Boulogne-sur-Mer. Ni el aire de mar, ni la tranquilidad de la ciudad provinciana, fueron suficientes para aliviar su quebrantada salud. Cuando San Martín comprendió que se acercaba el fin, dijo en idioma francés: “C’est l’orage qui mene au port” (“Es la tormenta que lleva al puerto”). Y con la misma varonil entereza con que tantas otras veces había afrontado las tormentas de su vida, afrontó serenamente la última que lo llevó a la inmortalidad. Era el 17 de agosto de 1850.