Rosas

Rosas

jueves, 22 de junio de 2017

¿San Martín masón? Desmitificando a los enemigos de San Martín (I)


Por Enrique Díaz Araujo
San Martín fue un político, militar, del siglo XIX, 1778-1850; nacido en Yapeyú, Corrientes ahora, antes Misiones Occidentales, fue de niño a España; en España fue militar hasta llegar a ser un jefe en el ejército español, y luchar contra Napoleón, donde ganó sus mayores condecoraciones, llegando a ostentar el grado de teniente coronel.  Pero, ¿por qué lo festejamos nosotros? Porque vino a su tierra natal para realizar la campaña libertadora de América, ¿a liberarnos de quién? De la Corona de Castilla, que estaba a cargo de José Bonaparte, puesto por Napoleón.  Gobernaba en su lugar el Consejo de Regencia. Pero, ¿quién lo había hecho nombrar? Nadie. La Junta Central (ubicada en Sevilla) lo hizo, pero no tenía poderes para eso . Entonces ¿qué hizo América? Empezó a formar juntas de gobierno autónomas en Buenos Aires, Santiago de Chile, Bogotá, para hacer enterar que gobierna la Península en nombre del rey un Consejo de Regencia al que no acatan; incluso Lima y México que no tenían motivos, lo desconocen. Éste, a su vez, ha convocado una asamblea en Cádiz, las cortes de Cádiz que han sancionado la constitución de 1812.  Entonces tenemos este primer cuadro: en 1812 está gobernando en Cádiz (ya en el resto de España están entrando las tropas napoleónicas) el Consejo de Regencia y las Cortes, que han sancionado una constitución liberal, llamada doceañista. Este es el cuadro. Pero, ¿qué tiene que ver San Martín con esto? Y simplemente, que es un militar que está en el ejército español, defendiendo el último espacio que queda en la península que es el istmo de Cádiz; no está de turista; es un teniente coronel del regimiento de infantería. Y ¿por qué deja eso y viene a procurar la libertad con la campaña libertadora de América?
 
Un tema central en la vida de San Martín es este: “¿Por qué se va de Cádiz?”. Hoy hay varios libros que dicen que se retira porque fue un desertor. Estaba defendiendo el último espacio, y éste “se las toma”, los abandona. Ustedes saben que San Martín ha tenido un gran historiador. Todavía hoy, todas las explicaciones e interpretaciones se basan en la obra de Bartolomé Mitre.  Mitre afirma que salió subrepticiamente de Cádiz, es decir, escondido, entre gallos y media noche. No es cierto. Presentó ante el Consejo de Regencia su retiro del ejército español, y se lo concedieron, incluso con uso del grado y del uniforme, de manera que salió perfectamente a mediodía desde Cádiz. No fue un desertor, no fue un perjuro como dicen hoy varios libros. San Martín pudo llevar la guerra contra el gobierno español, porque antes había renunciado a ser funcionario de ese gobierno y ese gobierno había aceptado su renuncia. Pero esto ¿fue una situación individual de San Martín? Si ustedes miran hoy los libros (y hay muchos), se pueden encontrar con que siempre hablan de San Martín en forma aislada, como si todo esto fuera cosa de él: no, partió con nada menos que treinta y siete oficiales americanos como él, que habían nacido en América y habían decidido salir del mismo modo que él. Todos, o más bien, casi todos pidiendo permiso. Otros no, pero todos salieron. Porque en 1811 (septiembre), cuando salieron todos ellos, el Consejo de Regencia movió a guerra a diversas partes de América que no lo reconocían. Así que ellos están en una situación especial: son americanos, son parte del ejército español, pero el ejército español estaba haciendo la guerra a los americanos, motivo más que obvio y suficiente para que ellos no siguieran en el ejército español.
Sin embargo, a partir de lo de Mitre se construyó, en estos últimos años (30 años) que San Martín habría salido de Cádiz, porque se ha hecho miembro de un club, de una logia secreta que se llamaría Logia Lautaro. Eso dicen ahora: que se hizo miembro de la Logia Lautaro, y agregan inmediatamente que era masónica. Ahora bien, ¿Qué es la masonería? Una sociedad secreta, iniciática, es decir, que tiene un rito de iniciación, donde se tiende a establecer un tipo de juramento que obliga a adherir a la doctrina (la masónica), que es permanente, y cuyos fines son de tipo más bien cultural y políticos; es decir, básicamente iban contra la monarquía en su tiempo, y aún hoy contra la Iglesia Católica. Por eso la Iglesia Católica la tenía condenada, perfectamente condenada por diversas bulas y encíclicas.
Pero resulta que la Lautaro no era masónica, no era iniciática; sí exigía un juramento: guardar secreto, pero nada más; por eso dije muy bien, sociedad secreta, lo que no significa por modo alguno que fuera masónica. Sin embargo van a ver ustedes un debate inmenso: unos que dicen que es masónica y otros que dicen que no. Yo les podría recomendar, si están en tema de investigación, tres artículos, dos ingleses y uno norteamericano, hechos por masones en revistas masónicas que afirman que ni la logia, ni San Martín eran masones.
Pero lo más importante es que uno de los integrantes de la logia, un dominico llamado fray Servando Teresa de Mier, que andaba por Europa, llega a Cádiz y ve que la situación no está muy linda para los americanos (él era mexicano), entonces se encuentra con otro religioso, el padre Ramón Eduardo de Anchoris, y le dice:
– Mirá estoy en esta situación apurada, ¿qué es lo que hago?
– Y bueno, veníte con nosotros que tenemos una organización de autodefensa que es la que se llama Logia de los caballeros racionales, o Logia Lautaro.
– Sí, bueno, pero sabés que el Papa tiene prohibido estar en este tipo de organizaciones masónicas.
– ¡No, pero si no es masónica!– le dice Anchoris –porque si así fuera yo tampoco estaría.
–Bueno, voy a entrar y vamos a ver si es cierto lo que decís.
Se asocia y cuando le toca hablar durante una de las reuniones semanales, el dominico Mier habla contra la masonería, y el único que protesta por lo bajo es Carlos María de Alvear. Éste era americano, también correntino como San Martín, un hombre rico que prestaba su casa para la reunión. Todos los demás están de acuerdo con lo que dice Mier, y esto él pone en sus memorias dos veces. Es el único testimonio desde adentro, por la cual sabemos que la Logia Lautaro no es masónica, porque Mier lo dijo allí, y los otros no dijeron nada, estuvieron de acuerdo tácitamente. Y él lo dijo porque en México (cuando él escribe años después) decían ya que la logia Lautaro era masónica.
-¡NO, no, si yo nunca estuve en una logia masónica!, porque era medio liberal el cura este, pero no tanto para violar las resoluciones del papa. ¡Cómo me voy a hacer de una logia masónica siendo sacerdote!
 Entonces tenemos que la Logia esa, que dicen que es la que los impulsa, no es masónica, no es la masonería por la que lo mandaron a América. La Logia le servía para defenderse, porque eran atacados por ser americanos estos oficiales (casi todos, aunque había algunos que no lo eran).
Entonces, para defenderse en un primer momento se asociaron. Pero no era la única Logia que había en Cádiz: había 17 organizaciones secretas, masónicas, antimasónicas, no masónicas, había de todos los gustos, y estaba ésta, la de los americanos o sociedad secreta llamada Lautaro.
Bien, pero siguiendo a Mitre, San Martín salió porque un oficial inglés Lord Macduff (conde de Fife) le arregló la salida con otro funcionario que se llamaba Sir Charles Stuart. Son los ingleses los que lo hacen salir de Cádiz; entonces los que siguen a Mitre inmediatamente dicen que era un hombre al servicio de los ingleses. ¿Qué se puede responder a esto? El ejército del Sur de España era anglo-español, porque los ingleses habían ido en auxilio de los españoles del Sur que resistían a Napoleón, estaban luchando, y lucharon hasta el final en España. Los dirigía el duque de Wellesley, futuro Lord Wellington que era el jefe superior de San Martín. Macduff era otro oficial como San Martin, otro teniente coronel (inglés). Ambos eran compañeros, colegas en el ejército; nada de extraño tenía, por tanto, que San Martín le pidiera a Macduff que le registrara la salida. ¿Por qué le tenía que registrar la salida un inglés? Porque Cádiz es un istmo; las tropas francesas estaban a las puertas (sitio del Mariscal Victor); por los costados estaba la escuadra inglesa del almirante J. F. Cunningham, y no había forma de salir pacíficamente; no había ningún buque ni botes, ni modo de salir que no fuera con los franceses o con los ingleses. Él estaba en el sector aliado a los ingleses, es decir, que tenía que salir en un buque de guerra inglés, y eso es lo que le pidió a Macduff.
Y en un bergantín de guerra partió a Lisboa. En Lisboa, que también estaba bajo el mando luso-inglés, Charles Stuart le sella el pasaporte, no hace otra cosa, y ahí sí, ya toma un buque americano desde Lisboa a Londres. Nada de esto tiene de extraño, porque es lo que hicieron todos los que salieron, todos los americanos; no tenían otro modo, así que es estúpido decir que salió porque los ingleses lo llevaron. No se podía venir directamente; la única vía, por supuesto que era vía acuática, era salir desde Londres, pero él estaba en Cádiz, por tanto, tenía que llegar a Londres primero. Es el camino lógico y natural de quien quisiera venir a América, estando en Cádiz, entonces.  Todo lo que hizo no tiene nada de extraño o de oculto, ni de masónico o de servicio a los ingleses. Pero también dicen que cuando llegó a Londres, a Grafton Street 37, a la casa de Miranda, tuvo lugar la Gran Reunión Americana, siendo allí donde se asocia a la masonería inglesa y recibe instrucciones de los ingleses . Es decir, viene directamente como un agente militar inglés.
 Imagen relacionada
Pues bien, Grafton Street 37 no era la casa de Francisco de Miranda (un venezolano que había vivido allí y hacía un año que se había ido), era la casa de los diputados de Venezuela, que estaban tramitando que Inglaterra reconociera estas juntas autónomas de América, cosa que nunca hizo Inglaterra, y enseguida veremos por qué.
Nunca hubo una Gran Reunión Americana. Este es un punto central, es una mentira galopante que digan que la Lautaro era una logia masónica, que pertenecía a otra logia masónica más grande que se llamaba la Gran Reunión Americana, fundada por Miranda. Ni siquiera está demostrado que Miranda fuera masón: era un gran sinvergüenza que estaba al servicio de Inglaterra (cobraba de la corona inglesa por pasar informes, noticias, planes y demás) sí, pero nada más. Lo que sí es seguro, es que no existió esta Gran Reunión, de modo que San Martín nunca se pudo encontrar con una entidad que no existía. ¿Se va viendo cómo es la avanzada ahora, en la historia argentina? Hay que ir debatiendo punto por punto, si uno quiere saber la verdad de lo que ha pasado en este país. Y, en definitiva, si uno quiere saber si San Martín es un prócer, un héroe, un arquetipo al que debemos seguir, o si es un simple traidor al que debemos detestar. Esto es lo que hay que averiguar, eso y nada menos.
Hoy nos dicen que hay que humanizarlo a San Martín, hay que sacarle el bronce a la estatua, porque está ya tan frío; hacerlo más humano, con todos los vicios nuestros; hoy entonces metámosle todos nuestros vicios así lo entendemos mejor, y de paso, decir que era un cobarde como solemos ser nosotros. Esto tiene un origen cierto: tiene que ver con 14 de junio de 1982 cuando nos rendimos en Malvinas. La Argentina es un país derrotado. A raíz de nuestra derrota nos la están cobrando como se cobran los vencedores las derrotas, y entonces no sólo nos convencieron ahí, sino que los demás nos están convenciendo que somos unos idiotas, que no tenemos identidad nacional, que esto es una diversidad de culturas, que acá no hubo nunca un sentido espiritual, religioso, ni nada, que no tenemos ego. Entonces, ¿por qué todos estos ataques a San Martín? Porque San Martín es el héroe nacional por excelencia; pues entonces hay que demostrar que no es héroe, que era un traidor, que era un masón, que trabajaba para los ingleses, que era opiómano, que era borrachín, que andaba con mujeres de un lado para otro, y así mil doscientas cosas para que esta estatua, en lugar de ser una estatua de bronce que está en la plaza, termine siendo una estatua de lodo. Ese es el sentido de todo esto, de la derrota de 1982. Todos estos que han escrito trabajan por esa derrota, y hacen que nosotros creamos esas mentiras, esas injurias, porque eso es lo que son: todas calumnias. Y entonces, para llegar a San Martín, tenemos que hacer este camino: destruir las mentiras. Si es así, no hablemos acá de ningún arquetipo, ¿Cómo vamos a rendirle tributo a ese sujeto?
Entonces ya llevamos sabiendo:
-Que no desertó, porque está el expediente del retiro del ejército español como el de sus otros compañeros.
-Que la logia Lautaro no era una organización masónica, sino una organización secreta de los americanos que vivían en Cádiz.
-Que no salió por servicio de los ingleses, sino porque era la única manera de salir de Cádiz.
-Que en Londres no se hizo miembro de una masonería mayor al servicio de los ingleses.
Todo esto lo tenemos aclarado contra los sujetos que están escribiendo contra San Martín todos los días en folletos, artículos, enlodándolo; pues bien, contra ellos, ya sabemos todas estas verdades.
Hagamos un alto en la historia, y volvamos al tema: es decir, el arquetipo. Los paradigmas que necesitan las naciones son dos: los héroes y los santos. Dice bien nuestro gran poeta, Leopoldo Marechal, que: “las naciones se construyen como una cruz, con la horizontal de los héroes abajo, y la vertical de los santos levitando hacia el cielo”. Si un país tiene esas dos barras que se cruzan, es un país, si no, no. Si no tiene héroes y no tiene santos, es nada más que una muchedumbre, una masa anómala, sin lugar en la historia, sin relevancia ninguna.   Por eso a nosotros que nos están cobrando la derrota nos dicen que no hay ni héroes, ni santos. ¿Por qué? En función de nuestra derrota, no podemos tener héroes, los demás sí. Pero nosotros sabemos que sí. Hay hoy en Argentina, en esta Argentina vencida, que es un lodazal de inmoralidad pública y gubernamental, un país misionero, que tiene cuatro órdenes religiosas (que yo sepa), más o menos, que están misionando en el mundo, es decir, está haciendo una vida de santidad. Los héroes son aquellos que “dan su vida por su patria”.
Son dos cosas distintas y no debemos confundirlas: una pertenece al plano humano temporal, la otra al plano sobrenatural, que se conjugan para ser la cruz del país, pero nunca debemos confundirlas, porque si no caemos en la estupidez de Ricardo Rojas que tiene un libro que se llama “El santo de la espada”, el santo héroe. ¿Puede haber un santo héroe? Sí, por ej. San Luis Rey de Francia o San Fernando de Castilla, pero es rarísimo, y no tienen por qué estar luchando para fundar un país, y al mismo tiempo ser modelo de virtudes sobrenaturales; son dos actividades humanas, excepcionales, que se deben conjugar en un país, pero que son muy distintas.
San Martín es un héroe, no es un santo. Pero ¿qué pasa con eso del “santo de la espada ”? Se cae en que era un santo masónico, un santo laico, un santo que no creía en Dios y en nada, y entonces tenemos un santo muy especial, un santón. Ante esto, hubo gente muy pía, muy devota que decía: “No, no, pero fíjese que iba a misa temprano, que cuando se casó comulgó”. ¡Qué nos interesa eso! El juez no somos nosotros, es Dios. Como dice bien mi maestro Carlos Steffens Soler: “El ángel de la guarda de San Martín es quien se ocupa de eso”, si iba a misa temprano o no. Nosotros podemos averiguar la política religiosa de él, si fue una política favorable al cristianismo o no; ahora, si él personalmente tenía una práctica de piedad o no, nos es indiferente porque no nos incumbe a nosotros juzgarlo, no somos Dios creador para hacerlo. Hay gente que se toma en serio lo de “San” Martín: en el Perú un cura enemigo de San Martín, realista, decía: “¿Por qué eso de SAN?”, bueno, le respondía al Padre Zapata, que así se llamaba: “Yo le saco el San, y usted sáquese el ZA-, yo quedo Martín y usted Pata”. Eran sus apellidos, no tenían nada que ver con un tipo de santidad. Yo no estoy pretendiendo en modo ninguno canonizar a San Martín: estoy tratando de reedificar la estatua que nos han tirado abajo.
El héroe sí, tiene que tener, determinadas virtudes, es arquetipo: tiene que tener fortaleza, tiene que tener arrojo, y tiene que tener astucia también; y eso no se pide de un santo, que sea astuto, y sin embargo un héroe, para fundar una nación tiene que tener astucia, porque se va a ver enfrentado a los otros poderes de la tierra que van a tratar de que no pueda cumplir su labor. Y entonces tiene que hacerlo en parte por ataque y en parte por engaño a sus enemigos. Y vamos a ver que en San Martín se cumplen las dos cosas, porque él era capaz de encabezar una carga de caballería con el sable al frente de sus tropas, como en San Lorenzo, pero también era capaz de engañar, con la guerra de zapa, acá en Mendoza, a los realistas en Chile, y en toda la campaña del Perú en una guerra de movimientos falsos, de engaños para superar un enemigo que era muy superior en términos numéricos. En el Perú peleó con cuatro mil soldados, contra veintiocho mil realistas, ¿cómo iba ir de frente a puro ataque de caballería? Tenía que hacer maniobras para ir viéndolos, haciendo juegos de diversificación y engaño, eso es lo que él llamó “guerra de zapa”, astucia. Él no solamente fue un gran oficial de caballería, sino un gran oficial de inteligencia.
Entonces, para antes retornar a San Martín, tenemos que ver si hay héroes o seres humanos que hacen el esfuerzo extraordinario por su país, y no se trata de ninguna santidad, de religión natural como ésta que intenta Rojas. Nosotros tenemos que ver por ejemplo, que esto del héroe se inspira en Grecia: si reunía las condiciones del valor de Aquiles y de la habilidad o astucia de Ulises.
Terminamos este paréntesis y retornamos a San Martín.
“Maitland”, es un documento que presentó el doctor Terragno hace unos años, en el que descubrió en la Cámara de los Comunes que había allí un escrito de un militar escocés Thomas Maitland, que anunciaba un plan inglés para marchar sobre el Perú, y decía que el mejor camino era desembarcar en Buenos Aires, cruzar La Pampa, llegar a Mendoza, organizarse bien allí, cruzar la cordillera, atacar Chile, y una vez vencido en Chile el español, entonces por vía marítima desde Chile se atacaba Perú y Quito. Claro, obviamente había un parecido con lo que hizo San Martín, entonces eso es lo que dijo Terragno: “Mire qué parecido es esto con lo otro”; claro de ahí a decir que él cumplió órdenes siguiendo el plan, hay una buena distancia. ¿Por qué? Porque cuando Maitland escribió eso en 1800, Inglaterra estaba en guerra con España; pero cuando San Martín actuó, Inglaterra estaba aliada a España; así que de ninguna manera Inglaterra pensaba desembarcar en Buenos Aires, llegar a Mendoza, cruzar a Chile e ir al Perú; todo lo contrario, Inglaterra estaba peleando con España allá en Cádiz.   Pero el plan Maitland les ha caído de maravillas a todos los enemigos de San Martín. Entonces ahí está la prueba. ¿Prueba de qué? De nada: porque además Maitland lo escribió muchos años antes, y nunca nadie había dicho que hubiera admiración del uno por el otro, ni cosa por el estilo. Pero es una cosa ver que no se ajustó al plan Maitland: según todos éstos, San Martín vino a Buenos Aires, y de Buenos Aires a Mendoza. No, señores: nunca vino de Buenos Aires a Mendoza; desembarcó en Buenos Aires, allí creó el regimiento de Granaderos a Caballo, combatió contra las tropas del Concejo de Regencia en San Lorenzo, y después fue mandado al Norte, a Tucumán para comandar el ejército del Norte. Así que nada de pasar por vía de Chile. El ejército del Norte estaba enfrentado con tropas del Perú, en este caso del Alto Perú (hoy Bolivia). Y estuvo allí unos meses dirigiendo este ejército y lo hizo bien, pero después cayó enfermo, y de ahí que para reponerse fuera a Mendoza.
En esto hay tres puntos que tenemos que aclarar: había una carta, supuesta carta que todos citan de abril de 1814 de San Martín a Nicolás Rodríguez Peña, donde le dice: “Yo estoy convencido de que la patria no hará camino por el Norte, hay que abandonar eso. Le digo mi secreto, hay que crear un pequeño ejército fuerte en Mendoza, y de ahí pasar a Chile, y de Chile al Perú”. En esto los liberales encuentran la prueba de que seguía el plan inglés ya en 1814; y si no sigue en Tucumán es porque se hace el enfermo para ser llevado a Córdoba y luego a Mendoza.   Pero en Tucumán hizo todo lo que venía hacer para luchar por el Norte, y si tuvo que dejar el mando del ejército del Norte fue por enfermedad real. Todos los testigos lo afirman, además de una junta de seis médicos para asistirlo porque se podía morir (vomitaba sangre constantemente). No era ningún invento, no era ningún pretexto, lo mandaban a las Sierras de Córdoba a ver si se salvaba o no, porque era un clima benigno, menos húmedo y caluroso que el de Tucumán. Solamente un testigo de esta época dice lo contrario. Éste fue el general Paz que en sus Memorias afirma la mentira de la enfermedad de San Martín (es lo que toma Mitre, porque las primeras piedras, contra San Martín las tira a este gran liberal). Mitre se toma de los dichos de Paz y evita todos los otros dichos, de todos los otros oficiales que dicen que estaba realmente enfermo, se toma del único que brindaba un pretexto.  Pero Paz era una persona resentida con San Martín, porque cuando se organiza el ejército de los Andes en Mendoza, él quiere entrar y San Martín se lo niega, y después vuelve a pedir en Lima y San Martín vuelve a negárselo otra vez, vaya a saber por qué. Entonces él quedó para siempre resentido y por eso miente. En la correspondencia entre el Director Supremo Posadas y San Marín y las autoridades del ejército de Tucumán, aparece la evidencia de que está absolutamente enfermo, y gravemente enfermo; y hoy hay veinte estudios sobre este tema, todos coincidentes en que sí, que San Martín padecía de una úlcera sangrante que le hacía vomitar sangre; otros dicen que era lícito creer que tenía una lesión pulmonar de la guerra en España. Lo cierto era que estaba ahí, al borde de la muerte porque se quedaba anémico después de tantas hemorragias. Y como él vivía de ese sueldo, no tenía otro ingreso, y después de estar descansando ahí unos meses en Saldán, Córdoba, se le dio nuevo destino y el Director Supremo lo nombra en Cuyo.  Mendoza pasa a ser el lugar central, según los liberales. No, Mendoza era una ranchería, era el último lugar, era el lugar más tranquilo que le podían dar, porque no había ningún problema en Mendoza. ¿Y esto por qué? Porque en Chile estaba el gobierno de los autonomistas chilenos, en el Norte estaba Rondeau en su reemplazo, allá con el ejército del Norte. Entonces le dan casi a elegir entre La Rioja y Mendoza, un poquito menos caluroso; pero eso es todo, ahí no había ningún destino militar ni va a formar nada. ¿Saben cuánta tropa tenía San Martín cuando llegó en el año 1814 a Mendoza? Treinta soldados en el fuerte de San Carlos; que no eran soldados, eran milicianos llamados blandengues que estaban en el fuerte de San Carlos para defenderse contra los indios. Esa era la tropa con la que iba a cruzar Chile y de ahí dirigirse al Perú. ¡No! Fue por razones estrictas de salud, para terminar de curarse, y así se lo dice el Director Supremo en el nombramiento que le hace.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo con el historiador Enrique Díaz Araujo!!! Hay que salir de los comentarios nefastos y saber que San Martín es el único héroe impoluto que Dios nos envió para bendecirnos con la libertad!!!

    ResponderEliminar